lunes, 22 de octubre de 2012

El sino Neandertal



Hurgando por la red uno se puede encontrar de todo, no es verdad amigos. Unas veces cosas interesantes, y otras no tanto.

Con lo que, aquella tarde maravillosa que un día te tiraste en Internet, agenciándote películas, música y programas piratas, viendo videos asombrosos en YouTube, leyendo artículos de medio mundo, en noticieros verdaderamente independientes, en los que las opiniones no siguen los mismos patrones preestablecidos de siempre, marcados indefectiblemente por esa bipolaridad hispana tan arraigada, derecha-izquierda, monarquía-república, Madrí-Barça o ColaCao-Nesquik, por poner solo unos cuantos ejemplos… Aquella tarde maravillosa, decía, se convierte al día siguiente en un aburrimiento monumental, yendo y viniendo de acá para allá por enlaces de lo más absurdo, descerebrado, anodino, barato, necio y hasta si se me apura, soez y de mala reputación, que generalmente es donde acaba uno dando con sus huesos.

Pero por suerte para mí, eso no suele ser lo más habitual, y así, una de esas ocasiones en las que la conexión está de buenas, encontré un documental que hablaba de un tema para mí muy grato y atrayente, y que sin embargo, ignoraba por completo.
Digamos que el susodicho documental tampoco era nada del otro jueves, pero, no obstante, planteaba una cuestión realmente inquietante. El descubrimiento, recientemente constatado, de nuestro parentesco genético con los Neandertales.
Sí, con los Neandertales, aquellos homínidos que nos precedieron en la escala evolutiva, y que si bien se dijo en su momento eran una especie distinta, que poco o nada tuvo que ver con la nuestra, o por mejor decir, con aquella de la que procedemos, ahora resulta que no, que mantuvieron relaciones estrechas, y a juzgar por los datos obtenidos, no siempre del todo correctas.

¡Pues ya ves tú! De buenas a primeras, enterarse que una parte de tu ADN lo has heredado de aquellos brutos simiescos con cara de boxeador sonado, de prominentes arcos superciliares y recias mandíbulas, no es nada halagador. Digamos que la autoestima se te desparrama por los suelos.

Si bien, no sólo ha de ser considerado el aspecto troglodítico de aquellas buenas gentes que, nos guste o no, hibridaron con nuestros antepasados vigorosa y abundantemente.
Por lo visto también tenían sus cosas buenas, como por citar tan sólo una - aunque la más destacable - su extraordinaria fuerza física.
No en vano, los científicos, que los conocen bien por el estudio de sus restos fósiles, aseguran que, de competir con nosotros en las olimpiadas, apenas dejarían disciplina alguna en la que no coparan todos los podiums y medallas.
En otras palabras, que a nosotros nos reservarían plaza únicamente en el palmarés de los paralímpicos.
Y es que anatómicamente eran unos, y unas, bestias. Verdaderas máquinas de cazar y de combatir con las alimañas de la espesura salvaje. Por eso que su desaparición fuera un completo misterio.

¿De hecho, cómo es posible que cedieran terreno ante sus rivales más debiluchos? ¿Es posible que se dejaran acogotar simplemente por una cuestión de más o menos centímetros cúbicos en el cerebro, en una época en la que, seamos realistas, todo se resolvía con dos piedras y tres palos?

Pues bien, lo único que se me ocurre es que dicha extinción nunca fuera algo repentino ni dramático, como muchas veces se nos ha pintado en los libros de historia, sino por el contrario, paulatina e indolora. Más aún, incluso placentera.
De hecho mi teoría es que, seducidos por la mayor belleza de las hembras sapiens, los machos neandertales dejaron de ser cariñosos con sus parejas de toda la vida, y cayeron en la ominosa tentación de buscarse líos con la mujer del prójimo. (O viceversa, en este caso ellas, con los miembros de la especie prójima.)
De ahí que, poco a poco, y a base de ir procreando siglo tras siglo al amparo de esta dinámica, los rasgos neandertales se fueran diluyendo.
Ello, claro, a pesar de que decenas de miles de años después, estos puedan o no volver puntualmente a aflorar, como es el caso, entre otros, del actor norteamericano Ron Pearlman, quien de hecho protagonizó el film “En busca del fuego”, o del “cholo” Simeone, el actual entrenador del Atlético de Madrid. Pero esa es otra historia.

Pues esto es lo que hay, señores. En nuestro fuero más interno todos tenemos algo que nos retrotrae a aquellos tan denostados y, sin embargo, interesantísimos cavernícolas. Y encima, más que ninguna, esa pretendida raza superior aria o caucásica, a la que por lo visto, en el tema de los intercambios cromosómicos le tocó la parte del león.

Pues eso… Que usted, amigo lector, no es tan puro, ni inteligente, ni civilizado como creía… Pero ni usted, ni su vecino, ni su quiosquero, y menos aún Hitler o Anders Behring Breivik, el carnicero de Utoya, quienes jamás se lo hubieran imaginado, pero que tampoco se ven o vieron libres, en algún pequeño porcentaje, de esa mácula, de ese lamparón en la camisa de los domingos, de ese atentado al honor y al abolengo. Verdadera plaga devastadora de cualquier árbol genealógico que se precie.

Ya lo decía, entre otros muchos textos sagrados, la Biblia: Procedemos del barro. Y es que, hasta la fecha, esa es la verdad desnuda, nadie ha bajado del cielo para contradecirlo.
Todos tenemos un “algo” en nuestro pasado, en nuestras raíces, capaz de avergonzar al más pintado.
No tiene sentido pues esconderlo. Reconozcámoslo.
Es el precio de estar vivos.
Y dado que de la supervivencia se trata, estimados lectores y amigos, la carne cruda es lo que manda.
Lo demás es guarnición y trucos de repostería.
Y desde luego - por hacer de ello una analogía perfectamente vigente hoy en día, en lo que a nuestras penurias financiero-morales se refiere - antes es preferible un ignominioso, aunque alimenticio rescate, que una virginal, inmaculada y raquíticamente pura, austeridad.

Ya lo insinuaba Constantino Cavafis en su poema Esperando a los bárbaros”: Para salir adelante en una situación de crisis, a veces la propia consideración de una sociedad - incluso la de uno mismo - generalmente anquilosada en la evocación de los buenos viejos tiempos, es el mayor de los estorbos.
Ha de entrar aire nuevo, aire limpio de la montaña, por muy gélido que lo sintamos, o destemplados que nos coja.
Es nuestro sino.

domingo, 7 de octubre de 2012

Histeroide



¡Qué gran misterio es el futuro!

Da igual que haya cientos o miles de profecías acerca de él, cientos o miles de sesudos estudios de las más prestigiosas universidades del mundo, cientos o miles de predicciones basadas en algoritmos pseudoaleatorios de base piramidal... A medio y largo plazo, el destino, sigue siendo inextricable.
Terco y caprichoso como él solo.
Tan pronto el inesperado ramo de rosas rojas de un admirador secreto, como la maceta que baja rauda a tu encuentro desde un quinto piso, sin molestarse en coger el ascensor o las escaleras.
Afortunadamente, y por lo que a nosotros, el ciudadano medio, respecta, la realidad del día a día es lo suficientemente previsible como para ir adaptándonos sin demasiados sobresaltos.

¿Quiere esto decir sin embargo que no hay grandes alicientes?
¿Que está todo inventado, todo descubierto?

Eso pensábamos, pero de pronto va y aparece el huidizo “lesula”, una nueva especie de primate, que al parecer permanecía oculta en la selva congolesa más impenetrable, quizás, quien sabe, para no tener que cruzarse con nosotros, los humanos, a quienes, de ser así, no me cabe duda, tendría que conocernos bien de antemano.
Sería, de hecho, el primer caso en la historia de la biología en que esto sucede así y no a la inversa.
Por eso que nunca es bueno anhelar una fama excesiva.

Los pobres tenían la suerte de hallarse todavía lejos del alcance de nuestras manazas, beneficio del que a partir de ahora ya no podrán gozar. ¡Y quien sabe qué será lo que el porvenir les deparará!
¿Sustituirán a los macacos en las jaulas de los laboratorios?

Sin duda esa cara de pánfilos que tienen, a la que unos encuentran un aire a Jesús de Nazaret, y otros a John Lennon, los hará más susceptibles de ser sometidos a todo tipo de atentados y crucifixiones, por medio de experimentos científicos de toda ralea. Experimentos como el que, valga el inciso, llevó a cabo Cecilia Giménez, la octogenaria pintora de la localidad aragonesa de Borja, con el fresco del Ecce Homo de su parroquia.

El ser humano es un sujeto harto fastidioso, esa es la verdad. Le dejas algo hermoso entre las manos y te lo devuelve hecho un pringue.
Si les preguntáramos a todas las demás especies del planeta que conviven con él, pocas serían las que hablarían bien. Quizás las palomas, los perros y con un poco de suerte los gatos… Las ratas y las cucarachas se abstendrían por razones sentimentales e ideológicas, pero desde luego sin perder de vista los beneficios e intereses que para ambas se derivan de su febril actividad generadora de basuras. El resto, en cambio, no se andaría por las ramas… El día que el primer mono se bajó del árbol, habría que haberlo linchado.

En fin, que no hace falta ser un iluminado, ni un gran profeta místico, ni someterse a brutales ayunos para alcanzar la revelación sobre lo que nos espera como civilización, e incluso como especie u organismo viviente mínimamente viable.
Y no tan a largo o medio plazo como mucha gente cree.
La carrera que llevamos, eso es más que evidente, es la de darnos de bruces contra nuestro propio afán transformista y depredador.
Será que a diferencia de lo que solemos aceptar como cierto, seguimos siendo como esos otros animales incapaces de reconocerse en el reflejo del agua de un estanque.
Nosotros, equivocadamente, seguimos viendo a un ser inteligente, estilizado y armonioso, el elegido de los dioses como cúspide y consumación de su gran obra, y no, como en realidad correspondería, al que por desgracia ahí se oculta, mimetizado con el fango del fondo: El monstruo de las galletas.


Resumiendo, que no hay tal misterio acerca del futuro. Que tal vez lo único misterioso sea el averiguar de donde sale esa manía nuestra de, a pesar de todo, seguir siendo tan enfermizamente optimistas, y de creernos que a la vuelta de la esquina todavía nos espera un universo entero por descubrir, libre de profecías apocalípticas, torvos asteroides, silos radiactivos, cabezas nucleares, y así una larga lista…
Poblado, en su lugar, por miles y miles de millones de comedidos, respetuosos y pacíficos lesulas.
Tantos como estrellas en el firmamento.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Falta de sintonía



¡Cómo está el patio!
Las chicas de la sincronizada, ellas que parecían todas tan obedientes, tan modositas y educaditas, con esas caritas de niñas buenas que se gastaban en la piscina, se nos aparecen de pronto en los medios de comunicación, llenas de piercings y tattos, pintarrajeadas como monas y abonadas al look “enfant terrible”, para, ¡oh, sorpresa! poner a la “profe” a caer de un burro.

Contándonos, con todo lujo de detalles, los métodos y argumentos que esa señora, Anna Tarrés, entrenadora al parecer de alto nivel, empleaba para disciplinarlas.

No tiene desperdicio la carta en la que exponen su queja, pero, ¿realmente es para escandalizarse?
En un mundo cada vez más competitivo, donde se exprime sin recato al ciudadano de a pie, al contribuyente de medio pelo, para satisfacer la codicia de unos cuantos privilegiados, oligarcas y ricachones, ¿tiene sentido ponerse así por cuatro chorradas que la jefa del cotarro piscinil, reina de colchonetas y corcheras, diría, muchas veces sin pensar, a lo largo y ancho de los años, a su cohorte de sirenitas?

Será que el cloro, o la ausencia de él, afecta al sistema nervioso, pero a mi todo esto me parece excesivo.

Creo que habiendo en juego medallas y fama mundial, jugosos contratos de publicidad y televisión, estas chicas han de ser conscientes de que no siempre los mimos y las buenas maneras pueden prevalecer.
De hecho este no es el mismo caso de un asalariado cualquiera que acude a su trabajo con la única intención de ganarse los garbanzos.
En el mundo del deporte profesional, donde la exigencia es máxima, el dolor físico, y el desgaste psicológico de los atletas, por fuerza, también lo han de ser.

Por eso me parece insólito que hayan reaccionado de esa manera ante lo que no serían sino sólo menudencias.

Y además dudo de que esta clase de técnicas para espolear el orgullo de los atletas, y así mejorar su rendimiento, no se apliquen a salva sea la mano, en todos, o casi todos, los ámbitos y categorías del deporte de competición, de los infantiles a los absolutos.
Es más, yo recuerdo de mi época de alevín, cuando entrenaba en un equipo de fútbol, las toneladas de apelativos cariñosos que nos deparaba a todos el entrenador cuando remoloneábamos: caguetas, inválidos, pajilleros, etc… Y que lo único que nos provocaban era la risa.
El verdadero disgusto, o daño moral si se prefiere llamarlo así, en aquellas épocas “felices” de nuestra pubertad era la suplencia, o incluso, peor aún, el no ser convocado para los partidos.

Por eso que aconsejo a estas imberbes jovencitas, tan súbitamente desinhibidas, de que no abunden demasiado en sus críticas, y no quieran hacer pasar por una negrera a la luz de los acontecimientos a su preparadora física. Podría resultar al final de todo un gran esparaván, y un espectáculo frívolo, como si se quejaran de vicio, o tuvieran mono de la atención mediática, a mi juicio merecida, pero en cualquier caso desmesurada, que se les concedió durante las olimpiadas. Y más con la que está cayendo fuera, y la de protestas, estas sí, verdaderamente dramáticas, que se están sucediendo, día si, día también, al pie de la calle.

Muchos podrían buscarles las semejanzas con otros que se han internado alegremente por vericuetos parecidos, como aquel diputado del congreso, Guillermo Collarte, pepero y para más inri vecino de mi ciudad, que llegó a afirmar, en un rapto de “sinceridad”, que pese a su sueldo de 5100 € las pasaba canutas y no le daba para llegar a fin de mes.

Un poco de por favor, hombre.

miércoles, 30 de mayo de 2012

Entre lo trágico y lo imbécil



Cuanto más maduro (viejo) me hago, mayor es mi fascinación por esa época de mi vida que fue la adolescencia.
Si la adolescencia. El momento en el que uno es consciente del sentido que llevará su existencia, de si se la pasará remando a favor o a contracorriente.
Por eso muchas veces pienso que la plenitud del ser humano no se alcanza en la edad adulta como a veces erróneamente - a mi entender, ya digo - se suele afirmar, sino en la pubertad.
Al fin y al cabo todo lo que viene después es infinitamente menos divertido, menos dramático, y menos disparatado. Un rollo, vamos.
Y es que donde estén los sueños, que se quiten las realidades. O, bueno, quizás, no, pero desde luego que poéticamente todo da mucho más juego cuando va aderezado de acné y ortodoncias.
Ese primer hacer, o querer hacer, todo lo prohibido…Con mejor o peor fortuna, eso sí, pero en todo momento sumido en un permanente estado de pánico…
Es una película de terror, en la que al final, acaba cayendo en su propia trampa el perturbado de la motosierra, al que da muerte el prota, que viene a ser el hombre hecho y derecho. Papeles ambos, que curiosamente, encarna uno mismo.
Es decir, una cosa totalmente previsible y archisabida.

Yo sigo pues prefiriendo la emoción, el suspense, el no saber si a la escena siguiente serás tú también un zombi más, o si salvarás el pellejo in extremis, conducido a un nirvana de recuerdos imborrables e irrepetibles.
Ni lo dudéis por un momento, las de la pubertad son las vivencias a las que primero se retranquea el alma humana cuando ataca el Alzheimer.

Lo dicho, donde esté la adolescencia que se quite todo lo demás.
Vivir a toda orquesta, pedal pisado a fondo, en la frontera, en la delgada línea roja, entre lo trágico y lo imbécil… ¡Quién pudiera!
Privilegio de dioses.
¿No estáis de acuerdo?...
Mmmm… Me lo temía.


domingo, 29 de abril de 2012

Al son de Adelson


Bueno, pues parece inevitable que vendrá a España la basura esa del "Eurovegas".

Los políticos de Madrí y Barça - perdón, de la comunidad de Madrid y de la Generalitat de Catalunya - se la están disputando entre ellos, a costa de ceder lo máximo posible en materia de legislación y prebendas.

Sólo faltaría ya que Pepe, el defensa central de los blancos, y Alves, el carrilero blaugrana, se implicaran en la partida y pusieran sobre el tapete su repertorio de marrullerías, para terminar de dilucidar quien de los dos se acabará finalmente llevando el gato al agua.

Entretanto nos quieren convencer de que este parque temático de la ludopatía, de la prostitución, del tabaquismo, franquicia del consumismo compulsivo, generará prosperidad y riqueza. ¡Menuda nos la quieren colar!

Y no sólo después de construido, sino durante el proceso, pues nuestra maltrecha economía del ladrillo vivirá una segunda juventud, dicen.

Más me tiene pinta a mi, en cambio, que para poner en pie este Dubai cutre, este Macao de todo a cien, sobre el papel, lleno de rascacielos subprime - nada de Mies van der Rohe, Calatrava, Norman Foster, ni nada que se le parezca - no se contratará al paisanaje local, sino como en otras partes del mundo, se traerán consigo a sus legiones de paletas y mozos de cuerda pakistaníes, en régimen de semiesclavitud; y una vez acabado el chollo, se les soltará por los alrededores, como mascotas exóticas que se han vuelto incómodas de mantener, y que una vez libres alterarán irreversiblemente el medio y desplazarán a la fauna local.

En fin, ese es el trato, más delincuencia, más paraísos de la alegalidad, más regiones de nuestro solar patrio gestionadas desde la excepcionalidad, y por si fuera poco, junto con Gibraltar y las bases yanquis, un nuevo polo atractor de la ignominia, a tan sólo escasos kilómetros de la capital del reino. Del reino de la dinastía urdangarino-botsuana, por supuesto.

¡Ay, que me da la risa! Y encima dicen que es Madrid el lugar ideal para montar ese circo, pues es a la capital de España a donde viene el turismo con mayor poder adquisitivo, y que - para entendernos - es el que se gasta más cuartos en darse caprichos.

Vamos, que en adelante toda esa gente, en lugar de visitar el museo del Prado, el reina Sofía, el palacio real, comer en los mejores restaurantes de la ciudad, y alojarse en hoteles de renombre, se desviará, por convicción y apetencia propia, a ese megacomplejo del vicio y la chabacanería, a lanzar los dados y perder hasta la camisa. En fin, somos muy ingenuos. Y muy propensos al timo.

¡Ay, qué poco hemos evolucionado desde que Tony Leblanc encarnara en sus películas al típico paleto castizo, que vivía todo el día con la picaresca a cuestas, para acabar siendo víctima de sus propios embolados!

Y la realidad es que con sólo echarle un vistazo al promotor de todo este chiringuito, el Adelson famoso ese, bastaba para hacerse una idea de la calaña de las mafias con las que se está negociando.

Bueno, aceptémoslo, esta es la siguiente fase de la crisis. Ahora que nos hemos empobrecido, toca arrastrase e ir mendigando por las esquinas para que nos echen al plato la calderilla sobrante. Aquí es a donde hemos ido a parar, después de que el nuevo gobierno se haya demostrado incapaz de resolver el problema del desempleo rampante, y se ponga a sablear a todo el mundo, cebándose como siempre, con los ya muy exprimidos y baqueteados trabajadores.

Mientras, bancos y constructoras se relamen. Una segunda oportunidad, el remedio milagroso para sus cuentas enfermas, o eso creen. Pero esto es pan para hoy y hambre para mañana. Ni siquiera ellos van a poder meter la cuchara a gusto, aunque con poquito que les dejen, se darán por satisfechos, pues calmará, aunque solo sea de forma transitoria y paliativamente, el espantoso mono que padecen de liquidez.


Resumiendo, que yo no quiero ver a la juventud de mi país repartiendo cartas, ni trabajándose clientes por las esquinas.

¿Dónde está la iglesia, que siempre habla tan alegremente de política cuando le conviene? ¿Por qué calla ahora? Toda esta ciénaga de corrupción e inmoralidad que se nos viene encima, esta Sodoma y Gomorra de neones epilépticos… ¿ni le va, ni le viene, ni frío, ni calor…?

¿Y las élites intelectuales? ¿Existen realmente? ¿Salen de sus torres de marfil alguna vez para preocuparse del bien común, o con embolsarse sus cánones de esto y de aquello, sus subvenciones pactadas y firmadas con los mismos politicuchos que no dudan en postrarse ante los “ludodólares” gangsteriles, ya consideran que se han ganado honradamente el pan?

Los mismos indignados… ¿Dónde os habéis metido, chavales? Acaso no veis que es vuestro futuro el que está, nunca mejor dicho, en juego.

¿Habrá que esperar de nuevo a que sea junio, y que vengan los exámenes, para que se os inflame la vena contestataria y mováis el culo por una causa justa?

¡Dios mío, qué asco tan grande! Nos van a plantificar una mierda XXL, enfrente justo de nuestras narices, y parece que somos sólo cuatro gatos los que nos rasgamos las vestiduras.

No os indignéis, ya habéis visto que no merece la pena. Esta es la hora de la verdad, y, dichas a la cara, las verdades no le gustan a nadie.
Confiarle vuestras ilusiones al calvo de la lotería, que os va dar bien… ¡Bien por ahí!

Y como no me queda otra, termino apelando a la heroica.
¿Madrileños? ¿Estáis ahí? ¿Vais a dejar que vuestros rectos y sabios comendadores os conviertan en la verruga de Europa? ¿Qué ha sido del espíritu del dos de mayo?
¿Permitiréis que esta invasión de agentes patógenos se adueñe de vuestra identidad colectiva?
¿O es que, resignados a lo que venga, aceptáis para los restos apencar con la servidumbre de las tragaperras?

En fin, que será mejor que os deis prisa, si es que en realidad tenéis intención de pararles los pies a los políticos… Recordad lo que dice la regla de oro. Ficha movida, ficha comida.

jueves, 8 de marzo de 2012

A merced de vuesas mercedes



Sí, debo admitirlo, una de mis frases históricas preferidas es la de Maria Antonieta, la esposa y consorte del rey absolutista, Luis XVI, a escasos días del estallido de la revolución francesa, cuando, informada por uno de sus asistentes sobre la gran hambruna que asolaba París, respondió: “¡Si no tienen pan, que coman pasteles!”.
Y es que entonces los gobernantes, si que eran gobernantes de verdad, no como estos de ahora, que los pobrecitos, a pesar de su similar y no recatada ignorancia, al menos se ve que se esfuerzan y que ponen un poquito más de su parte en arreglar las cosas. Aunque luego el resultado sea el mismo.
Otra cosa muy distinta es que todo lo que ingenian y discurren para tratar de solucionarnos la papeleta, vaya siempre en la misma dirección: La de los recortes de las narices.
Una y otra vez, dando con el martillo en el dedo, con el ciudadano de a pie transmutado en víctima propiciatoria de los tijeretazos. Ya, de hecho, convertido a su pesar en traje a medida de los desvaríos de los políticos.
Y es que esta crisis, que empezó siendo inmobiliaria, luego financiera, y finalmente se extendió a toda las actividades económicas del país, cual imparable metástasis, no parece tener fondo, ni entender del color de este u otro gobierno.
Cada día nuevos despidos, más empresas que cierran, más organismos públicos y privados que se declaran al borde de la quiebra, o ya directamente, en bancarrota.
Y mientras tanto los pobres de nosotros capeando el temporal lo mejor que podemos. Con la autoestima, y nuestros otrora frescos y lozanos hábitos consumistas, por los suelos. Ya casi viéndonos poco más o menos camino de acabar como los Nabuconodosorcitos, aquellos diminutos personajillos que vivían en la maceta de Epi.

Y por si eso fuera poco, mientras tanto, los países matones del mundo, los macarrillas del orbe planetario, EE. UU., Israel, Irán, amenazándose entre sí a voz en grito, con tirarse los trastos a la cabeza. Más concretamente, trastos nucleares.

No, si llegado a este punto, me dan ganas de coger y emigrar a Funafuti, la Capital de Tuvalu, en la Polinesia. Y no sólo porque unos cuantos científicos hayan dicho, o eso creo recordar, que hasta allí no llegarían los efectos de un holocausto nuclear, sino simplemente por desconectar un poco de este mundo tan loco, tan ignorante y tan patético.

¿O de qué otra forma se puede si no calificar todo esto que nos acontece?
Vemos que los bancos mundiales, y muy principalmente, los españoles, llevados de su codicia, contaminan y dejan hechos unos zorros todos nuestros resortes productivos y conquistas sociales… ¿Y que hace la gente?
¡Votar en masa al partido que de toda la vida les amparó y les dejó actuar con manga ancha! Así de triste, y así de ridículo.
Dándoles encima una mayoría absoluta como nunca antes se había visto. Sí, señor. Ya de perdidos, al río.
Pues yo a esto le llamo echarse en brazos del enemigo.
No es de extrañar que luego nos vengan hablando de la urgente necesidad de una mayor flexibilidad laboral, que traducido a un lenguaje que se entienda, no es otra cosa que exigirles a los trabajadores que doblen aún más el espinazo.
Lo dicho, nos hemos metido nosotros solitos en la boca del lobo.
Y no sé, pero no debe ser desde luego coincidencia, el que cada vez que pongo en You Tube el vídeo de las celebraciones de la noche electoral del 20-N, con las calles abarrotadas de gente eufórica, me aparezca al lado, ese otro también famoso, de los dos jóvenes flacuchos y melenudos que se reencuentran con el león que criaron de pequeños. Ese en el que confiadamente se ponen ciegos a darle besos y abrazos al imponente felino.
En fin, que de entrada todo muy bien, pero que el final de la broma no está nada claro. Porque, estimados lectores, como el tema siga así, y no remonte… No olvidemos que la derechona sigue siendo la derechona de siempre y por más que se vista de seda, a nadie se le escapa que tiene muy malas pulgas. Está últimamente además cogiéndole el gustillo al asunto este del palo y la patada libres y gratuitos, y es que en realidad no deja de ser su instinto natural.
Vamos, que de ahí al momento en que a la fiera le empiecen a rugir las tripas de verdad, será cosa de un visto y no visto.
Y de hecho, con el republicanismo creciendo como la espuma gracias al caso Urdangarín, y el paro entregado al desmelene total, ya hay quien no duda en hablar de estarse creando el caldo de cultivo idóneo para una segunda guerra civil.
Vamos, que puede parecer una exageración, pero que está el bicho lo bastante crecidito como para andarse con cucamonas.

domingo, 26 de febrero de 2012

El gato que se ponía las botas


Vivía en Camden, Nueva Jersey, y era, sin exagerar, la puertorriqueña más hermosa en décadas, de cuantas habían abandonado la isla para ir a forjarse un futuro en el mainland.
Sí, lo recalco, la más bonita. Sin ningún género de dudas.
Su nombre era Yondelis Carrillo, y su vida era un empezar y no parar. Siempre trabajando. Tan pronto ejerciendo de celadora en el hospital del estado, como, en sus ratos libres, ocupándose de la tienda de floristería de su tía Dorinda.
No obstante, a pesar de ello, de no concederse apenas un respiro, de no obsequiarse de un tiempo propio para la evocación, tejido y destejido, de su sola voluntad, nadie podría afirmar que fuera una muchacha infeliz. Más bien al contrario.
¡Ah, diosa Afrodita, qué tendrá la belleza que, ella sola por sí, todo lo arregla, todo lo enmienda, las penas, muchas o pocas, todas ahuyenta, todas relativiza!
Su tersa piel, del color del atardecer caribeño era, de hecho, y como ya digo, sedas de oriente ante las miradas derretidas de cuantos hombres la contemplaban. Unos ojos que al instante siguiente de caer en la celada, transmitían a los corazones de sus respectivos dueños, la pesarosa noticia de su captura. La firma de su total e incondicional rendición castrense.
En pocas palabras, que, por más que se quisiera, era evidente que su atractivo ni pasaba sin pena ni gloria, ni podía ser domeñado.
Tal pareciera que el único ser de género masculino que no se diluyera cual azucarillo, ante su caída de ojos, negros hasta lo más profundo imaginable, y con reminiscencias a taína vestal, fuera su pequeño gatito Simon.
Y en verdad, que el afortunado felino, objeto por parte de esta de un sinnúmero de adoraciones, era a todas ellas indolente. Más aún, incluso, cuando así se lo daba a entender su instinto de pequeña bestezuela ignorante, desapegado y hasta huidizo.
Nada que ver con el sacrificio anhelado por los precolombinos dioses naturales, que en ella creían atisbar el grueso de cuantos galanes y buscavidas la pretendían, a sus selváticos designios por completo emancipada.

Y sin embargo había otro hombre. Otro hombre distinto a los demás - y con todo, semejante - que sin él saberlo, compartía en espíritu, las inveteradas renuencias del mimado felino.
Este era el doctor Parker. Blanco, y anglosajón, diez años mayor que ella, casado y con dos hijos. Residente en Central Park, como correspondía al yerno de un acaudalado industrial que, durante la Gran Depresión, había hecho fortuna vendiendo puerta por puerta caldo de gallina en lata, y cuya ascendencia si bien se remontaba, o al menos de eso a ellos les gustaba jactarse, a los tiempos de la aristocracia neerlandesa.
Susan, su esposa, era un par de años mayor que él, y a los ojos de todo el mundo eran la pareja perfecta, y, aún más, a tenor del sentir popular, sólo podían estar felizmente casados, pues lo contrario sería un pecado socialmente muy mal visto, y en manera alguna aceptable.

Y así era de tonta Yondelis. Estaba muy buena y todo lo que tú quieras, pero era un completa retrasada mental. Veía en su gatito, al que colmaba de atenciones y carantoñas, al boss, a su very important jefazo, y a él, cual fetiche de su amor inexistente e inalcanzable, honraba y veneraba hasta la saciedad.
El michino, ni que decir tiene, jamás hubiera podido apostar por una vida mejor. Era un bicho condenadamente aprovechado. Vivía como un marqués, y dado que era un ser de cuatro patas, ni siquiera se atormentaba con la idea del ineludible final de sus días, después del cual, era obvio que nada, ni siquiera equiparable, podría esperarse.
Gato de mierda. En perro rabioso convertías hasta al más bienintencionado de los mortales.
Ciegos de envidia, lo reconozco, así salíamos de aquella floristería, los ocasionales compradores, donde la más bella de entre las azucenas, los lirios, las orquídeas, nunca ansiaba de su propia mercancía ser agasajada.
Fidelizados, y en cambio sublevados, con el desdén de la sensual boricua.
Una boricua, en cuyos sueños, solo cabían los arañazos de una indiferente y caprichosa bola de pelo.
El ser humano, entregado a sus inferiores, y a la altura, si se me apura, de los todavía más inferiores ratones.
Quizás un paso atrás para Yondelis, y sin embargo, todo un salto al vacío para la humanidad.
Amor, belleza y palpitaciones de madrugada. Esa era su causa y provecho. El escalofrío de la carne destemplada, toda su ganancia, y, triste es admitirlo, jugoso botín.
¡Cuánta inconsciencia!
¡Cuánto dolor de sienes!
¡Cuánta felicidad malversada en maullidos de desgana!
Tonta, Yondelis. ¡Más que tonta!

P.D.: Yondelis, para el que no lo sepa, es un fármaco para el cáncer, que aunque no es la panacea universal, ha conseguido introducirse en los mercados de muchos países. Dicho de otra forma, que cure o no cure, da esperanza a los enfermos y mucha más aún a los accionistas de la empresa que los fabrica.

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
Espero que os haya gustado. ¡Pardiez!

lunes, 30 de enero de 2012

Capturas deshonestas


Megaupload jugó con fuego y se quemó.
A algunos les sorprenderá que el FBI se haya ido precisamente ahora a por ellos, a por los piratas de la red, llámese hoy Megaupload, mañana Kazaa, y el jueves que viene Emule. Sobre todo, después de tantos y tantos años de dilaciones e impunidad.
Sucede si bien que, de pronto a las autoridades yanquis les vence la mala conciencia, y, como en esas películas de Hollywood tan suyas, y que sin embargo durante tanto tiempo dejaron a su suerte, se levantan un buen día del sillón orejudo de su despacho y deciden enfrentarse al malvado.
Demasiado épico, ¿no?
¿Realmente al FBI, al poder - sea este del país que sea - a sus élites represoras, les ha importado alguna vez la cultura, el arte, o las personas que de ello viven y respiran?
Todo lo contrario.
Como en su día hizo Pilatos, se lavaron las manos y entregaron al reo a las turbas fanáticas.
El final de la historia, es de todos conocido.
Sería esto de las descargas ilegales algo parecido a lo que está ocurriendo con la flota faenera y los océanos, despojados estos últimos de vida por el abusivo volumen de capturas.
Es pues que el daño hecho a la industria audiovisual, ya no es remediable. Como quien dice, una década perdida. Con el agravante de que esta decisión de ahora, de erradicar toda la estirpe de webs de intercambio de archivos, además de llegar tarde, no resolverá, y ni siquiera paliará, su dramática deriva.
Pero es que no seamos ingenuos, no han ido a protegerlos a ellos. Ellos, los creadores de contenidos, los cantantes, los actores, compositores, guionistas, cámaras, iluminadores, percusionistas, mezcladores, tramoyistas, e incluso la señora que friega los platós, seguirán siendo las víctimas del Internet, los que pierdan dinero, o más exactamente, los que pierdan sus puestos de trabajo, y por tanto lo dejen de ganar.
Ellos tenían su negocio fuera bien montado, unos se hacían ricos, otros se compraban algún que otro caprichito y a los más les daba para ir tirando. Y así hasta que vino la banda ancha, y se los llevó, sobre todo a los más débiles, por delante.
Entonces nadie movió un dedo, y en su lugar gobiernos e instituciones optaron por subvencionar a cuatro advenedizos, léase la SGAE, que desde entonces se limitarían a cerrar bocas a derechas e izquierdas con tal de cobrar su suculento impuesto revolucionario.
Ellos, garantes de la legalidad, paladines de la propiedad intelectual, serían los que se repartirían las treinta monedas de oro.
Nada nuevo hasta ahí.
¿Por qué preocuparse entonces? ¿Por qué ahora este arrebato de decencia?
Pues justamente, señores, por todo lo opuesto.
Dice el refrán: Dime de qué presumes y te diré de qué careces.
El FBI no ha hecho otra cosa que salir en defensa del verdadero gran negocio de Internet. De su amo y señor, del que se lucra a manos llenas con las bajezas y miserias de los que se ocultan detrás de una pantalla de ordenador.
La policía ha acudido a la llamada de socorro de la pornografía.
Sí, así es. Internet ha popularizado la cultura, cierto es, pero a costa de empobrecerla, y otro tanto ha hecho con la subcultura, poniéndola al alcance tan sólo de un clic de millones y millones de potenciales clientes, para si bien, en este caso, enriquecer a unas cuantas mafias ignominiosas y abyectas, autoras y distribuidoras de todo tipo de execraciones, de entre las cuales la pederastia y el bestialismo, no serían sino tan sólo la punta del iceberg.
Esa gentuza ha paseado su género, su muestrario de usos y costumbres viciosas, por todo el orbe planetario, expandiéndose más allá de lo que solían ser sus tradicionales caladeros.
Y sin embargo, sus intereses gozan del amparo de una mano en la sombra.
La mano que mece la cuna es la mano que controla el mundo, decía la película. En este caso una de las normales. Una de tantas que fueron de disco duro en disco duro, antes de ser definitivamente enviadas a la papelera de reciclaje.
Pero es a esos otros, a los beneficiarios del otro cine, el que sí genera dividendos, a quienes han venido a salvar una vez más las porras y los perros.
No. No están aquí para proteger la libertad de pensamiento, ni mucho menos para fomentarla, sino más exactamente, para contribuir a reducirla a su mínima expresión.
De modo que el holocausto cultural proseguirá, y sin visos de remisión.
Y mientras tanto, nuestros impuestos seguirán usándose para lo de siempre, para mantenernos pobres y sumisos, sin perjuicio de que en este caso concreto, contribuyan asimismo a asegurar y proteger el ciclo reproductivo de la basura.
¡¡¡Y el que no esté de acuerdo, a la hoguera!!!
(o a la propia basura, que con tiempo y en cantidad suficiente, ella misma cual bonzo, se autocombustiona)