sábado, 26 de noviembre de 2016

Pasando olímpicamente del cotarro




Supongo que la temática olímpica está un poco fuera de temporada, pero, con el espíritu Black Friday en mente, y amparándome en la vorágine consumista de las rebajas, supongo que no habrá mayor problema, y que colará.
Ya tendremos tiempo, sobre todo los alérgicos a la Navidad, para aburrirnos de Papanoeles, muñecos de nieve, belenes vivientes y lucecitas parpadeantes, que por cierto, ya empiezan a estar por todas partes dando la paliza.
Eso sí que es "adelantar acontecimientos", y pasarse por el forro el normal devenir de las hojas del calendario.

Así que donde fueres, haz lo que vieres. Eso sí, yo como los cangrejos, para atrás. 
Y es que todo tiempo pasado fue mejor. 
Que nadie lo dude.



¡Claro que sí, hombre! Si al final somos cuatro gatos los que estamos en el presente, el resto anda a caballo entre el pasado y el futuro, y en ambas partes mal a gusto.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Halloween Fail



Halloween?... Fail?...
¡Nos asaltan los anglicismos!
¿Qué fue de "Víspera de Todos los Santos"? ¿Y de "fallo", "metedura de pata"?

En las redes sociales, en la tele, en el trabajo, en las estanterías de los supermecados, en el Burger...
Estamos indefensos y les daremos lo que nos pidan... ¿La Visa? ¿La Mastercard? ¿La Diner's Club? ¿Tarjetas black?... Hummm, no, esos no. Esos anglicismos aún no están al alcance de nuestro uso cotidiano.

Como mucho podrán exigirnos la muela de oro de la abuela, es decir, grandma gold's tooth, pero seguramente se tendrán que conformar con la calderilla, the little water bowl...

sábado, 30 de julio de 2016

Paraísos paralelos



Hay quien dice que la Biblia, (sí, la Biblia que todos conocemos (¿Realmente la conocemos? (¿Realmente alguien se preocupa de saber algo de estos temas?))), está llena de imprecisiones, contradicciones, sinsentidos y, todo ello sin dejar de ser benévolos, fantasías.
Pero... ¿No es también así la vida de cada uno de nosotros? ¿No es igual de fantasiosa y autocomplaciente la existencia nuestra, la que cada uno de nosotros llevamos enrocados en nuestro propio universo paralelo?
Será que vemos antes la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio.
Un nuevo punto vista diferente, uno adicional a ese con el que ya de por sí contamos, el de fábrica, el congénito, cuanto bien nos haría.
Quizás así no pasaríamos tanto tiempo, en la inopia, en nuestros paraísos para lelos.

domingo, 3 de abril de 2016

Las cosas, claras


El hombre-perro-faldero quiere dejar atrás las mentiras, y los sobreentendidos maliciosos, y que esta nueva etapa (feliz) de su vida, se construya sobre los cimientos de la sinceridad y la transparencia.
Enhorabuena, hombre-perro-faldero, y a ti también Cindy-Lou.
El star-system no os olvida.

domingo, 20 de marzo de 2016

Incompatibles



Unos valores sólidos son (de alguna manera) incompatibles con unos dientes sanos y fuertes.
Suena a tontería. Si queréis no me hagáis mucho caso, pero yo siempre supe que una higiene bucal excesiva nos hacía más propensos a las iras y la incomprensión de según qué determinados colectivos, como por ejemplo, el de los dentistas.
No se puede agradar a todo el mundo. Es ley de vida. Y eso se extiende incluso a las bacterias que producen el sarro. 
Aunque a ellas más que a nadie, claro está, les gustaría que se les tratase con dulzura.

sábado, 12 de marzo de 2016

Hamelín 2.0


Siempre habrá quien piense que la tecnología, a la larga, nos hace a todos más infelices.

lunes, 7 de marzo de 2016

El irresistible tirón de lo nuevo


Es muy probable que la gran mayoría de los que vivimos en esta parte del globo terráqueo (Paña), no sepamos, no sepan, que en estas mismas fechas, del 3 de marzo al 24, se está realizando una votación en nuestras antípodas, es decir en Nueva Zelanda, encaminada a decidir si se cambia la bandera antigua por una nueva, más moderna, o se deja todo como está.

Uno de los aspectos que han movido al cambio es, evidentemente, el enorme parecido que las enseñas nacionales del país maorí y Australia guardan entre sí, ambas mostrando en lugar preminente una réplica de la Union Jack, la bandera británica. La del Reino Unido (UK), la clásica y archiconocida de las cruces superpuestas, rojas y blanca sobre fondo azul marino, proyectada a su vez en otro rectángulo más amplio del mismo color, y en el que destacaría cierto número de estrellas, aquí ya sí varía el número y disposición, las cuales fundamentalmente harían alusión a la Cruz del Sur, la constelación más famosa de cuantas son visibles desde el hemisferio septentrional.

Así que por un lado tenemos el ansia de marcar diferencias con el gigantesco vecino oceánico, y por otro la de jubilar el ya muy visto y algo caduco pendón británico, cuya memoria, revisada una y otra vez por los académicos, no siempre trae sino un regusto agridulce, y de pesada digestión, en todos aquellos lugares de nuestro planeta que un día fueron colonias del imperio.

Un imperio que avanzó abriendo escuelas y líneas de ferrocarril por el vasto mundo, pero al mismo tiempo a golpe de fusil y cañonazo. Los míticos “casacas rojas”.

No obstante, y dando por terminado este preámbulo historicista, debo decir, esto ya sí a título propio y personal, que el cambio de bandera, y la selección de los diseños candidatos, a lo largo de todo un proceso que ha constado de varias fases, se ha hecho de forma en exceso voluntariosa, seguramente con no poca precipitación, y desde luego con nulo criterio ni sentido artístico.

Vamos, que a mi juicio, el afán por reeditar el éxito de Sudáfrica en la ocasión en que aquel mismo país decidió sustituir su denostada bandera antigua, símbolo del apartheid, por otra con un trasfondo mucho más incluyente y conciliador, actúa en realidad como contrapeso, como comparación odiosa, poniendo sobre el tapete lo mucho más fútil del cambio neozelandés.

Por ello, y ya puestos a ser frívolos, yo mismo he optado a rediseñar esa bandera. Una bandera, la mía, que entiendo yo que debiera ser la finalmente elegida por numerosos factores, entre los cuales, y no el de menor importancia, el que ninguna de las candidatas oficiales alude a los aspectos de la fauna y flora neozelandesa por los que es mundialmente conocida. Esa que a diario la hace presente en nuestros hogares.

En mi diseño, el kiwi, tanto el pájaro como la fruta homónima, con sus vivos colores y siluetas, copan el protagonismo absoluto. Especies endémicas de la región, que aun cuando se han criado o cultivado en otras partes del globo, rara vez alcanzan las virtudes de los originales.



Desde luego, todo este asunto no es sólo una cuestión de trapos…  ¡Y que si cual me parece más bonito! Y puede que si algún oriundo de por allí lee esto que he escrito, cosa que dudo, incluso pueda enojarse, y con motivo, ante el tratamiento demasiado desinhibido de la cuestión. Las patrias ajenas, la verdad, nos duelen poco, por no decir nada. Pero, es que en realidad, para mí el problema de toda esta parafernalia, su peor defecto, es que está gravemente aquejada de una seriedad conspicua. En el noble objetivo de concebir un símbolo que aúne los valores tradicionales y los más altos conceptos que un pueblo tiene de sí mismo, muchas veces no logramos sino el efecto contrario, es decir, alejarnos de la realidad intrínseca, carnal, sanguínea, de ese mismo pueblo.



Eso desde luego, no nos pasa aquí con nuestra banderita roja y gualda, y a ser posible con toro incluido, que nos describe a la perfección, en nuestro carácter y en nuestra compostura. Y en ningún sitio mejor engalanada, que en las banderillas de la lidia.


En fin, como colofón decir que, para un cambio de este tipo, que nos remite a la ya tan trillada y manoseada expresión de “cambiarlo todo, para que nada cambie”, no hacía falta gastarse tanto dinero (las elecciones duran tres semanas)… Y lo mismo me da que sea con su dinero. Para la historia quedará como la oportunidad perdida de aquella hermosa nación de haber salido de todo esto con algo grande, único, singular, inspirador, revolucionario,  cautivador, deslumbrante, entre las manos.