lunes, 30 de junio de 2008

Cumpleaños Feliz


Sí, hoy mismo hace un año iniciaba su andadura este blog, de nombre Food and Drugs (anglicismo que te crió). Y he pensado que no podía haber mejor forma de conmemorarlo que solicitar a los dos presentadores de “cine del armario” (¿o era “de barrio”?), aquel entrañable programa de televisión (tve) de las tardes del domingo, en el que se repasaba la historia del cine español (generalmente la del cómico y el folclórico, que prácticamente concurrían a la pantalla amalgamados), que nos honrasen con su presencia y nos aportasen su gran profesionalidad.
Lamentablemente, no ha sido posible contar con ellos, por lo que me he visto obligado a echar mano de dos guiñoles bidimensionales (y un tercero que hace de invitado), que a la sazón han tratado de representarles… Si no en cuerpo, sí al menos en espíritu.
Y aprovecho esta tan alta ocasión, que jamás vieron los siglos pasados, ni esperan ver los venideros, para cargar las tintas contra uno de los temas que más me han intrigado siempre: El de la homosexualidad.
El día que comprenda como es posible que ese extraño fenómeno, que coloquialmente se viene denominando como “cambio de acera”, “perder aceite”, “tener pluma”, se produzca, y más ante la atenta mirada de la madre naturaleza, ese día, sentiré que mi patrimonio intelectual, que la educación y el bagaje cultural que he recibido de mis mayores, habrá sido desmantelado, y que las pitonisas y chamanes habrán ganado un cliente más.
Pero habría valido la pena. Habría descifrado uno de los grandes misterios del universo, y estaría ya cerca, ya mucho más cerca, de alcanzar el nirvana.
Aunque quizás, eso sería, como dicen en las películas de gansters y bajos fondos, querer saber demasiado. A veces, ciertamente, saber demasiado no es nada aconsejable.
Bien, no quiero ofender a nadie con mis opiniones, y mucho menos verme vertiendo a este entrañable blog, que ha cumplido un añito tan solo, la clase de propaganda ultraconservadora y fanática, tan propia de los que añoran los célebres tiempos de la Santa Inquisición, y que acusa a los gays y lesbianas de poco menos que ser de la piel de Barrabás. Pero he de admitir que el cuerpo (las hormonas, la bilis, o lo que sea) me lo pide. Como se puede apreciar, aquí se le llama al pan, pan y al vino, vino.
Y no es afinidad con unos valores o creencias religiosas, que va, sino pura conveniencia. Porque a ver si no… ¿Qué mejor forma de afirmar mi masculinidad, que simplemente despotricando contra los amanerados, travestis y “mariposones” de toda clase y condición?
Nada de ir a gimnasios a sacar músculo, tras horas y horas de tediosos ejercicios con pesas, nada de asumir engorrosas actitudes como el valor ante el peligro, o la persecución de elevadas ambiciones profesionales o intelectuales. Todo eso es perder el tiempo cuando existe un atajo tan a mano.
Y aún así, aún reconociendo mi bajeza moral al respecto, no puedo remediarlo: Los hombres que se regalan entre sí cajas de bombones, y se dicen poemas a la luz de la luna, sigue siendo algo que no me entra en la cabeza.
¿Pues que gana uno en este tan monótono, tan aburrido, cambalache? ¿No pretendemos o hemos de pretender acaso las personas, por lógica natural, aquello que no poseemos? ¿Aquello que nos complementa? ¿Y no dicen además que la riqueza se encuentra en la diversidad?
En fin, ya sé, todos estos son argumentos a los que se les puede dar fácilmente la vuelta. Pero el que lo quiera entender lo entenderá (dicho aquí el verbo “entender” sin ninguna connotación oculta o segunda intención).
Yo, por mi parte (y “mis partes”), sigo sin poder explicármelo, y por un lado, me congratulo de ello, y por el otro me entristezco de ver como mi inteligencia topa contra una barrera, un límite, que no es capaz de franquear.
En fin, dado que no quiero complicarme más la existencia, perorando sobre algo de lo que no tengo más que una referencia remota y nebulosa, os invito a que os informéis más ampliamente sobre
el tema en la página que le dedica la Wikipedia.
Vosotros decidiréis si estáis satisfechos con lo que sabéis al respecto, o si preferís “saber demasiado”. Ha, ha, ha, ha*

*risa frankesteiniana


Y por cierto, gracias a los miembros (“miembras” no hay, de momento) de la selección española de fútbol, por el tan extraordinario regalo que nos han hecho ganando en tan señalado día la Eurocopa de naciones. Este blog, que se mira mucho el ombligo (es así de rarito), lo asume como propio.
Derrotando nada menos que a la mismísima Alemania, lo que al principio bastante costaba creer. Mi cara debió ser muy parecida a la que se les quedó a
Manolo el del Bombo o Arconada, cuando el árbitro pitó el final del encuentro.
¡Enhorabuena, campeones!


domingo, 22 de junio de 2008

Expertos en todo


Conocí hará unas semanas a una persona que, por su profesión, había recorrido medio mundo, y visitado centenares de ciudades y países. Al tratarse del auditor de una compañía de seguros, debía hacer las valoraciones de los bienes muebles e inmuebles de empresas, con vistas a cuantificar los daños que podría ocasionar un incendio, o cualquier otra contingencia parecida y, a partir de ahí, fijar la póliza adecuada. Habría pisado pues fábricas a porrillo, edificios de oficinas y toda suerte de instalaciones. Por citar las más llamativas, desde una central nuclear hasta un convento de monjas.
Y yo, no pude evitar que por unos momentos unas pequeñas rachas de envidia me zarandeasen, y me hiciesen tintinear como el cordel de un mástil sin bandera.
Me había llamado sobre todo la atención, el énfasis que puso en esta última experiencia y los recuerdos tan singulares que, al margen de los aspectos puramente laborales, afirmó que le había reportado. No llegué a “capiscar” muy bien si había ironía o beatería en sus palabras, pero no me costó imaginar la sucesión interminable de escenas y situaciones de las que yo, encontrándome en su lugar, me hubiera aprovechado para tomar material abundante con el que amasar este blog.
Pero al mismo tiempo me vino a la mente algo que este también había dicho con anterioridad, precisamente cuando le comenté que ese tan amplio bagaje en su haber debía, sin duda, traducirse en una vastísima experiencia laboral de la que sentirse respaldado, respondiéndome con la coletilla de que, en el fondo, él era un aprendiz de todo y oficial de nada. Lo que he de admitir que me dejó un poco descolocado.
Y es que en este mundo nuestro, en esta sociedad del conocimiento y la tecnología, una sociedad tan desmesuradamente saturada de información (útil e inútil a partes harto desiguales), tal pareciera como que cada vez es más imprescindible saber de todo, más aún, ser un experto, si es que se quiere tener unas mínimas posibilidades de sobrevivir dignamente.
Si no, a quien - que tenga la valentía de admitirlo - por más diplomas académicos que se tengan, idiomas extranjeros que se conozcan, chapurreen o gesticulen, libros, periódicos y revistas serias que se hayan leído, no se le pone la piel de gallina cada vez que un electrodoméstico se avería, y hay que llamar al técnico, o cada vez que el coche sufre un percance, y hay que dejarse caer por el taller del concesionario oficial.
Para mí es una cuestión bien sencilla de afrontar. O se tiene una red amplísima de amistades con información de calidad a la que recurrir, capaces de dar detalles puntuales, y de crucial importancia, sobre todos y cada uno de los servicios y asistencias que se nos ofrecen, sobre cuales timan y cuales timan menos – muy, pero que muy, complicado - o uno se obsesiona con perseguir esta información por su cuenta, contrastándola por sus propios medios, haciendo de este objetivo, el ser más listo que los que se ganan la vida a base de inflar las facturas a primos, su lucha diaria.
Una perspectiva esta última agotadora, ante la cual, casi sería preferible apuntarse a cursos de meditación zen y esperar que, con los efluvios de la paz interior, venga de rebote la omnisciencia.
A no ser que uno termine por admitir que, el control y la perfección absoluta no son, en el fondo, más que conceptos antipáticos hechos para amargarnos la siesta, y opte por la solución que no falla: La de ahorrarse problemas, y que no es otra, que la de aflojar generósamente la cartera. Por que, está demostrado, la tranquilidad, al final, es siempre lo que más a cuenta sale.


jueves, 12 de junio de 2008

Pasarela Hades


En efecto, esta vez le toca a la anorexia. Se anticipaba ya de otros "posts" ¿verdad?
Lo cierto es que decidí publicar algo sobre el tema después de contemplar unas escalofriantes imágenes en YouTube.
No hace falta ni siquiera dar un enlace concreto, cualquiera de la media docena de videos que os encontrareis en primer lugar valdría para ilustrar esto que digo.
Y lo que más me impactó, lo que más me llamó la atención, qué fue, os preguntareis. Pues fue que a diferencia de otros enfermos que enseñan compungidos sus laceraciones (hongos, quemaduras, tumores, malformaciones genéticas, lunares peludos, etc…) sacrificando su imagen personal en aras de la ciencia y por el bien de la humanidad, la expresión en el rostro de estas personas, en su mayoría muchachas jóvenes, era de orgullo y satisfacción. Algo así como si por dentro estuvieran pensando: Mirad lo que he conseguido yo solita. Mirad y rabiad.
Es pues que uno, por más que pretende ser neutral no pueda quedarse de brazos cruzados y dejar sin criticar comportamientos tan absurdos como esos.
Ya, mucha gente dirá. Ellas sabrán lo que hacen. Si quieren acabar pareciéndose a esqueletos vivientes, incapaces ni de moverse ni de caminar, como no puede tampoco un espantapájaros, es asunto suyo. Ellas se lo buscaron…
Pero desgraciadamente, esta enfermedad es mortal, y por su propias características, degenerativa, por lo que no es cosa de desentenderse y dejar que cada cual cargue con sus basuras. Máxime cuando todos somos un poco cómplices.
No en vano la sociedad actual, a la que todos pertenecemos, y, confortablemente aupado sobre sus hombros, el mundo de la moda, han marcado unos estereotipos de belleza que de tan exacerbados como son, rozan el esperpento daliniano. Patrones de belleza que curiosamente, desde un punto de vista masculino, cada vez tienen menor conexión con nuestras preferencias. Pero bien es cierto también que el punto de vista masculino en este negocio importa poco.
La intención última de los empresarios y publicistas, es de que ninguna chica joven, o al menos muy pocas, alcance ese nivel de esbeltez estratosférica, lo que se consigue plenamente. Una estrategia que lleva a que sean millones las jóvenes que se sienten insatisfechas consigo mismas y que acto seguido, y sin pestañear, se conviertan a la idolatría de esos espectros de vanidad.
Todo, paradójicamente, mientras sigue habiendo lugares en el mundo donde la gente se muere de hambre, y no precisamente por razón de caprichos estéticos.
Pero como para pensar en eso están quienes no oyen hablar de otra cosa en todo el día que de calorías y productos de adelgazamiento.
Se trata pues de mantener un equilibrio muy delicado que se rompe solo con soplarle y en el que la inteligencia, la propia inteligencia, nunca se sabe de qué parte está.
Es el dilema por antonomasia de todos los jóvenes y personas en edad de merecer.
La eterna disyuntiva entre lo bello y lo deforme, y ese horizonte lejano al que aspiran en dura pugna el amor propio y la admiración por los otros. Todo un lío en el que siempre son los de afuera los que dictan quien es “superfashion de la muerte” y quien no. Aunque aquí también hay que saber anteponerse a la papanatería general y no dejarse arrastrar por la corriente.
En fin. Sea el problema que sea, todo es mucho más fácil de sobrellevar ayudándose del sentido del humor, donde solo manda, os lo recordaré por si lo habéis olvidado, el gusto particular de cada uno.