lunes, 29 de junio de 2009

Exin-Cumpleaños


Llega un momento en esta vida en que, rebasada cierta edad crítica, ya no nos gusta cumplir años. Ya no nos parece divertido, ya no nos ilusionan tanto aquellos regalos de entonces, el cine-exin, el exin-west, el exin-castillos, cuando dependíamos enteramente de la financiación de los “mayores” para satisfacer nuestros caprichos infantiles... Sí, es una fecha incomparable en el calendario, con motivos de sobra para ser recordada con cariño y alegría, pero solo de pensar en que el asilo está un poco más cerca, se le queda a uno cara de exin-momia.
Yo personalmente, hubiera preferido quedarme en los 10 y no pasar de ahí, y si lo sigo haciendo (cumpliendo años) es meramente por prescripción facultativa. Aseguran todos los profesionales de la medicina a los que he consultado que si quiero seguir bien de salud es muy recomendable - más aún, imperativo - el que continúe apagando las velitas con la consabida regularidad anual, y a ser posible, sin excederme con el tamaño de mi porción de tarta.
Afortunadamente, para mi blog, Food and Drugs, la disyuntiva entre que si hay que alegrarse o entristecerse, de si merecía la pena haberse tirado otro año más escribiendo “eso” en Internet o no, y aquí me refiero con “eso”, a ese subproducto reprocesado, básicamente compuesto de lo que se encuentra uno en el recogedor después de pasarle la escoba a la cabeza al final del día: fobias, pataletas retestinadas del curro, amoríos que no dan la talla, le coge aún demasiado pezqueñín.
Y después de todo no es que hayamos hecho gran cosa, pero estoy satisfecho.
Ciertamente un homenaje del estilo de los de Informe Semanal, de esos que a veces hacen que se te salten las lágrimas (que si los exiliados de tal o cual guerra injusta en medio de la selva centroafricana, que si los héroes de tal o cual pueblo que dieron cobijo a perseguidos de las mafias…) estaría muy, pero que muy, re-que-te-bien, pero es evidente que la letra no va con la música.
No se hicieron las margaritas para la boca del cerdo.
Dar las gracias pues, simplemente, como ya hice el año pasado por estas fechas, a mis visitantes regulares, y especialmente a aquellos que más se esforzaron en dar una respuesta coherente a mis desvaríos, por la confianza depositada, y felicitarles también por la fortaleza de ánimo que han demostrado.
Entre nosotros, la lectura es buena, pero no toda.
Por último brindar porque el “nene”, ha superado la barrera fisiológica de los dos añitos, la llamada etapa esfinteriana, y ya no se hace pis y caca en los pañales… ¿O todavía sí?

P.d.: Hablando de aquellos añejos reportajes de Informe semanal… Os recomiendo ver este. Estremecedor.

viernes, 19 de junio de 2009

Impopularidad


Es difícil explicarle a un dromedario que es esto de la impopularidad, o el no tener amigos, o el caerle antipático hasta a los vendedores de crecepelo.
Ellos viven en la soledad del desierto, cargan toda su vida con una repulsiva joroba en la que almacenan grasa (el mismo sebo asqueroso que se ve salir a borbotones en las liposucciones), y los beduinos se aprovechan de ellos sin tapujos (precisamente además, por su capacidad asombrosa, y hasta yo diría que heroica, de aguantar la sed).
Digamos pues que su existencia es definitivamente un insulto para los amantes de la buena vida.
Pero tienen un punto a su favor, y es que jamás han conocido otra cosa, y eso, creedme, es lo que marca la diferencia.
En su fuero interno, y a pesar de su indiscutible laxitud en lo que respecta a la buena presencia, los dromedarios tienen un “algo” que, desde la primera vez que vi a uno en vivo, hizo que me resultaran simpáticos.
Estos bichos, entre oasis y oasis, dan la sensación de pasar olímpicamente de todo, como si lo que sucediera en el mundo exterior no fuera con ellos.
No ven la necesidad en ningún momento de organizarse, de aliarse con el pelirrojo debilucho de la clase, el gafotas empollón y el gordo zampón y patoso, para birlarle la churri al engreído y jactancioso capitán del equipo de fútbol americano; poniendo para ello si es preciso, las aulas y el comedor de la universidad patas arriba.
No, el dromedario sencillamente no cree en los finales felices y no se complica. A fin de cuentas, su destino está sellado de antemano.
Y aquí, enlazo con esa otra cuestión tan escurridiza como es la del porvenir, o de si existe alguna clase de predestinación, o libro de ruta, para nuestras vidas.
¿Está escrito en las estrellas la clase de personas que somos y lo que nos espera?
Yo a veces leo la definición del carácter de los de mi signo zodiacal y se me hiela la sangre. ¿Hay alguna relación entre una cosa y otra?
Cuestiones parapsicológicas aparte, de lo que no me cabe duda es de que tener el futuro en las manos de Aramís Fuster, sería algo que verdaderamente daría mucho yuyu.
Prefiero pues seguir en la inopia, no enterarme de nada de lo que pasa, y proseguir con mi personal e intransferible travesía del desierto. Y virgencita, virgencita, que me quede como estoy.
Como el dromedario. Con mi joroba a cuestas, pero feliz. O viceversa.
Por cierto, los más observadores habréis notado que he perdido el norte, y más concretamente el contacto con la Tierra. Me he visto pues obligado a sintonizar con Saturno.
En principio creo que allí Food and Drugs tiene unos cuantos menos seguidores, pero tiempo al tiempo… Me he propuesto poner en marcha una campaña promocional ultraagresiva, con gorras, llaveros y hasta globitos si hace falta. ¡Será por dinero!