domingo, 31 de mayo de 2009

La caja "B"


Bueno, todos somos personas adultas, y sabemos perfectamente qué es a lo que se le llama coloquialmente “la caja B”, no hace falta pues recordar que, de un modo u otro, es lo que permite que, mientras que sus empresas se hallan en suspensión de pagos, sus patronos, y en general los magnates que las presiden, puedan seguir pasándose este año el verano a bordo de su lujoso yate como si tal cosa, crisis y otras menudencias aparte.
Yo, en cualquier caso, entiendo poco de finanzas, y cuando me hablan de cajas, se me vienen a la mente las de zapatos, en una desviación de la conducta muy parecida a la de Imelda Marcos (la esposa de aquel patético dictadorcillo filipino), o sin ir más lejos de las de galletas, muy útiles también a la hora de guardar objetos insospechados en rincones prácticamente inaccesibles del trastero.
Aunque más habitualmente, y debido a su contenido original, suelen ser estas últimas las que más atraen mi interés. En este caso quedando mi fuerza de voluntad reducida al mismo plano que el papel de celofán que las envuelve, y siendo una marioneta de mi estómago, al estilo de Triqui, el monstruo glotón de Barrio Sésamo.
Por supuesto en materia de delicias reposteras también existen cajas “B”, pero al igual que en lo que respecta a las versiones cinematográficas de una misma película, una historia de tiros y persecuciones en coche (por ejemplo), el uso de la denominación “B” tiene connotaciones negativas.
Ello no obstante no las desprovee de su enorme utilidad.
Una buena forma de saber cuando estás de más en casa ajena, es decir, cuando tu visita ya excede el tiempo de lo cortésmente aceptable, es acogerse al test galletero.
Sea en desayunos o meriendas, la calidad de las galletas ofrecerá con total fiabilidad una información valiosísima de lo que tus anfitriones esperan de ti. Tal vez estos sean gente de una amabilidad sin par, incapaces de tener un mal gesto, o de descolgarse con una insinuación inoportuna que daría al traste con la amistad. No importa, las galletas tomarán la palabra y hablarán por ellos. Ellas serán su voz en su hora más silenciosa.
No en vano, unas galletas de mala calidad son a veces más eficaces que el repelente para los mosquitos.
De ahí que, cuando el común de los mortales son invitados a palacios y mansiones, a casas suntuosas de gente de posibles, una de las impresiones con las que se van, infaliblemente, suele ser este peculiar fenómeno de la mala calidad de las galletas.
¡No puede ser! Se sorprende la gente con alborozo. Cuchicheando entre sí con gran enjundia y no menor satisfacción. Convencidos de que sus riquezas se han de deber, por lógica aplastante, a la acumulación de recortes y privaciones que llevan a cabo en su dieta alimenticia, de clara inspiración “B”, y de la que las galletas son solo un reflejo.
Los muy ilusos, no comprenden que han sido víctimas de una de las argucias más viejas y más eficaces en el teatro de máscaras de las relaciones humanas.
De hecho, nada produce subconscientemente un rechazo mayor que una golosina insípida.
Es pues un hábito muy común el que nuestros ricachones de hoy, y de toda la vida, tengan siempre a mano una de estas cajas de galletas “B”, pagadas con el dinero de las cajas “B” de sus empresas en bancarrota, y en las que se solían fabricar las cajas de galletas de los dos tipos, “A” y “B”, hasta que las primeras dejaron de ser rentables.
Yo, por lo que a mi respecta, no quiero saber nada de cajas “B”, y no suelo incluirlas en mi lista de la compra.
Ello si bien no es óbice para que critique ese afán de tanta gente por saborear el lado “B” de la vida, y de convertir en catadores de todo lo “B” imaginable a cuantos les rodean, aún cuando sepan, en el fondo de sus conciencias, que ahora ya no se trata de una estrategia social deliberada, sino que simplemente han dejado de producir el modelo "A".

domingo, 24 de mayo de 2009

Post de fábula


Esta es la historia de dos bichejos que moraban en el entorno mixto de una charca y el secarral: Un pejesapo y una lagartija.
Ambos estaban visceralmente enemistados desde tiempos remotos, y, enredados en un enfrentamiento a cara de perro y sin viso alguno de resolverse por las buenas. Una pugna en la que el odio se retroalimentaba, siendo a la vez el producto y el residuo de su propia descomposición.
Pero tenía sin embargo su explicación: Las épocas de bonanza en la casa del pejesapo coincidían sin excepción con las de mayores penurias y escasez en las de la lagartija.
Era un simple cálculo de suma cero con el calendario en la mano. La estación de las lluvias sumía al reptil en el letargo y la depresión, mientras que otorgaba el aliento y la vida a la del anfibio. Y por el contrario, cuando llegaban los calores del simún, cambiaban radicalmente las tornas, yendo a parar el bienestar y la alegría de uno a hallarse en poder del otro.
Ninguno de los dos tenía suficiente cerebro para comprender que se trataba de una dinámica ajena a su voluntad, y en gran parte ese era el problema.
Entender que era una ley natural la que lo había dispuesto así, estaba por completo fuera del alcance de sus primitivos bulbos encefálicos, desprovistos de memoria e inteligencia emocional con sus funciones adaptadas a ese cometido.
En el colmo del sinsentido, pues, mutuamente se culpaban de su infortunio y achacaban a la prosperidad del vecino, con la que invariablemente se solapaba este, las causas de sus miserias. La desconfianza y los malos pensamientos de uno y otro les llevaban pues a creer en una teoría simple de recursos limitados por los que habrían de competir. Por supuesto, sin que ninguno de los dos hubiera antes oído hablar de la destrucción mutua asegurada, o por sus siglas en inglés, MAD (loco).
Y así sin saberlo, ese era su objetivo último, guerrear entre sí hasta el final de sus días, cuidándose bien de infligir en el rival el mayor daño posible.
Todo eso sin embargo cambiaría de sopetón una mañana del recién comenzado estiaje. Un día este en el que el sol se había asomado al horizonte con ánimo combativo, y que se intuía como uno de los peores imaginables para la estabilidad del pejesapo y de su charca, con sus cada vez más exiguas reservas hídricas.
Lógicamente la lagartija bailaba y hacía sonar sus maracas desde lo alto de un promontorio vecino. Para sus intereses aquello era jauja. Es más, nunca antes se había encontrado al pejesapo tan maltrecho, tan abatido, tan próximo a arrojar la toalla.
Y eso no hacía sino que su júbilo se incrementase aún más.

- Qué será de mí, oh-la-la, que me arrastro por el fango de la desesperación – canturreaba la lagartija a pleno pulmón, mofándose sin ningún recato de su renqueante enemigo.
- Infatuada lagartija. Tus esfuerzos serán más pronto o más tarde recompensados, y tu felicidad será completa. Hoy mis fuerzas han tocado fondo y me siento claudicar.
- Por fin. ¡Alabado sea Dios! La de plegarias que le habré elevado al altísimo, con las esperanzas puestas en ver llegado este momento.

La lagartija no cabía en sí de gozo. Saltaba, brincaba y sus cabriolas sobre la roca desnuda y ardiente del arenal subdesértico en el que habitaba, casi se podían contemplar a leguas de distancia.
- Oh lagartija – intervino de nuevo el pejesapo - ¡Qué grande es el odio que te profeso! Si con tus ojos pudieras percibir tan solo una décima parte de lo que yo veo cuando te contemplo, el asco te desquiciaría.
- Estupido anfibio. La falta de agua en la que remojar tu viscoso y verrugoso pellejo, la sequedad en que se ahogan tus tráqueas, te ha privado también de la razón. Y más que nunca en este momento, que estaba llamado a ser el de la lucidez, sigues siendo incapaz de comprender que un ser tan horripilante y vomitivo como tú, jamás podría haberse postulado de rival contra mi, una ágil, esbelta y pizpireta lagartija. Tu vida, el gran despropósito esquizoide de un ser depresivo y reconcomido por los celos, era un atentado contra la lógica de buen pensar y un experimento contranatura.
- Pido al cielo que todos te vean con el asco que a mí me inspiras, execrable alimaña – gritó de nuevo el pejesapo, ahora quebrada aún más si cabe su voz por lo dramático de su situación.
- ¿Asco dices?... Muy de agradecer sería, el que de una vez por todas admitieras tu equivocación, y que reconocieses en mí las infinitas virtudes que me adornan. El cielo me ama. El cielo se recrea en mí. Al cielo le gusto yo.
Y en diciendo esto, que abriría sus patas al azul intenso de la bóveda celestial, para con ello proclamar su definitiva e inapelable victoria, la lagartija no tuvo tiempo de ponerse a cubierto, siendo incapaz de evitar el pico hambriento de una gran sombra alada. Una sombra que no era sino la de un hermoso ibis de blanco plumaje, el cual al pasar por allí en vuelo rasante, decidió convertirla en su desayuno.
Apenas superado el susto, y por extraño que parezca, el espanto y la desolación se adueñarían del pejesapo. Ni una mueca de alegría se asomaría a su rostro. El sol continuaba enviando sus abrasadores rayos desde las alturas, la humedad de la charca se seguía evaporando con el mismo paso lento pero incansable, y a la vez, a su ya de por sí trágico devenir se habría añadido ahora otra carga más: El peso invalidante, e inconmensurable, de la soledad.

lunes, 18 de mayo de 2009

Lobos con piel de camándula


Ya decía Plauto en el 200 A.C. aquello de “Homo homini lupus”, esto es, el hombre es un lobo para el hombre, o lo que es lo mismo, que no hay que complicarse la vida buscando enfermedades raras o sucesos cataclísmicos venidos del hiperespacio, nuestro peor enemigo, la peor amenaza que se cierne sobre nuestro futuro, y el de nuestros hijos y nietos, somos nosotros mismos.
Sí, es así, y es tan evidente que la frase misma se le podría en lugar de a Plauto, el célebre pensador romano, atribuir al mismísimo Pluto, el perro del ratón Mickey. Vamos, que no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de esa realidad.
El hombre (y la mujer, que generalmente es la que anda siempre por detrás pinchando al hombre) es un ser enfermizamente insatisfecho, un agonioso, un engreído mutante de simio, en cuyos 1250 centímetros cúbicos de cerebro presuntamente evolucionado, prevalece paradójicamente la misma idea que en el microscópico de una oruga: Zampárselo todo hasta no dejar nada.
La raza humana ha presumido siempre de ser creadora de belleza, y obras esplendorosas dan fe de ello, como el Taj Mahal, la quinta sinfonía de Beethoven, el Quijote, etcétera, pero también se ha regalado a sí mismo execrables engendros de horror e inmoralidad, como el holocausto nazi o la bomba de Hiroshima (entre otros).
Puestos unos y otros en la balanza se podría decir que hay una ley universal de compensación entre el bien y el mal, que es cosa del yin y el yan, como en el juego de las sombras del Wayang en Indonesia (Ver la película “El año que vivimos peligrosamente), pero eso sugeriría una vocación de permanencia.
El ser humano no quiere permanecer. Su actitud vital es la de consumirse como un fósforo: Deslumbrante, fugaz, visto y no visto, The fast and the furious.
Y para ello procede por donde mejor y más eficientemente le puede llevar a la consecución de ese fin, el cual es su propia extinción: La degradación progresiva, y acelerada destrucción, de su “bienamada” madre naturaleza.
Destrucción, esa es la palabra correcta. El hombre disfruta destruyendo cien veces más de lo que lo hace creando. Es en esencia un ser destructivo, o para utilizar un término fonéticamente más contundente, un “destructor”.
Este apelativo de “destructores”, acuñado en su día por la tonadillera Rocío Jurado (ver vídeo) es el que mejor nos retrata, el que mejor define y capta nuestra psique.
Un ejemplo claro sería el ya tan manido del castillo de arena en la playa. Encontrárselo y pisotearlo mola más que levantarlo de la nada.
No es ese el único factor que nos empuja a ser tan ruines, evidentemente. Está también la codicia, las ambiciones de toda índole… Pero insisto, la gran debilidad del alma humana se encuentra en esa perversión congénita de su conducta, que es el placer de romper, de hacer añicos, de arramplar con todo.
Eso explica el que día a día nos estemos cargando nuestro planeta, que es nuestro hogar, y que lo estemos transformando, consciente o inconscientemente, en un erial hediondo lleno de basuras. La tala masiva de árboles en el Amazonas, la obsesión por los combustibles fósiles, Chernobyl… El Homo sapiens no conducirá al Homo supersapiens como algunos ingenuamente sostienen. El siguiente paso de la evolución estará ineludiblemente protagonizado por el Homo detritus.
No exagero. Es un hecho fehaciente.
Afortunadamente muchos (y muchas) de nuestra generación han sabido cambiar el chip a tiempo y se esfuerzan por denunciar y, en la medida de lo posible, combatir esta deriva suicida. Pero la última palabra estará como siempre en poder de los gobiernos. Ellos son en definitiva los responsables de hacer de nuestro mundo un lugar cada día más seguro y más habitable. Unos gobiernos indolentes cuya respuesta hasta la fecha ha sido en gran parte la de desentenderse del tema, por más ministerios y consejerías de cartón-piedra que se creen al respecto. Es bueno pues no callarse, y hacérselo notar, no vaya a resultar que sea ya demasiado tarde cuando empiecen, cuando empecemos, a verle las orejas al lobo.
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Camándula: Persona de mala reputación debido a su caradura, y además por ser embustero, bellaco y tragaldabas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Gotas


No hace mucho me enteré por un comentario en el blog Más Claro, Agua de la convocatoria de un concurso de relatos hiperbreves.

Yo no soy muy devoto de este género por muchas razones, la principal, que al permitirse únicamente una participación restringida a tan solo 150 carácteres, la cosa, por fuerza, no puede ser demasiado historiada, ni, en el caso de los escritores tipo torero de salón como yo, habrá el hueco suficiente para los gestos de cara a la galería. En segundo lugar, que la probabilidad de incurrir en plagio inconsciente (es decir, de aprovecharte de ideas que lejanamente te suenan de autores infinitamente mejores, o más ingeniosos que tú, o símplemente del compañero del blog vecino) es elevadísima.

En cualquier caso me animé, y os recomiendo a cada uno de vosotros, apreciados lectores, que hagais lo mismo porque es muy entretenido y porque, por otra parte, apenas requiere tiempo. Además es un ejercicio extraordinario para desentumecer las neuronas. Muy recomendable para esos días en los que las ideas brumosas y el teclado no se dirigen la palabra.

Dicho esto, ahí va (parafraseando a Becquer*) como el caballo de copas, mi pequeña, mi minúscula, aportación al universo de la literatura humana (e incluso de la anterior al homo sapiens). Que sepais que lo hago para ganar el premio.
- ¿Pero hay premio?

Gotas
Era solo un chaparrón primaveral, pero las demás gotas siguieron como borregas a aquella otra iluminada. Todas en pos de la estéril tierra prometida.

Más info: Id al sitio http://www.rdeditores.com/

*¿Veis lo que os decía, a propósito del plagio impremeditado?

domingo, 3 de mayo de 2009

Ordenación de los blogs

En las últimas semanas, como algunos habréis notado, la lista de blogs favoritos ha sido dividida en categorías. Ciertamente que se ha hecho un poco a la buena de dios, pero todo sea por la mayor comodidad de mis visitantes, y por supuesto de la mía, ya que soy su más asiduo usuario.
En realidad las tres categorías de blogs: Hermanados, Galaicos y Chachi Pirulis, solo sirven de excusa para los respectivos tres dibujos que las ilustran, y que entiendo que ya venían siendo necesarios, después de haber encadenado una larga hilera de posts sombríos.
Podría haber utilizado otra vara de medir, como por ejemplo, la de la popularidad de los blogs seleccionados, pero me pareció que sería algo impropio al tratarse de una lista de blogs tan heterogénea, muchos de los cuales destacan por una estética cambiante o su cariz contracorriente.
En cuanto a la frecuencia de actualización, la propia herramienta de blogger ya lo da todo hecho. Hasta hace poco era reacio a utilizarla, ya que pensé que al moverme de sitio los blogs, me resultaría incómoda para visitar mis más habituales, pero de un tiempo a esta parte, no sé por qué, algunos ya solo publican con cuentagotas.
En fin, no es una crítica, es un lamento.
Bueno, ahí os van los tres dibujos que espero que al menos aporten algo de colorido a esta luminosa mañana de domingo.