miércoles, 28 de abril de 2010

Agentes infecciosos


Supongo que debe ser algo inevitable el que cada cierto tiempo la licencia del antivirus de mi ordenador expire, y me deje el disco duro con las vergüenzas al aire, expuesto a todas las inmundicias que deambulan por la red.
Debería haberme acostumbrado, pero no es así. La verdad es que cada vez que el trasto se infecta me coge de nuevas, y reacciono como si no supiera ya de sobra que esto está así planeado de antemano. Que la forma de costear los formateados y actualizaciones del software (pirateado) es a base de que se pongan enfermitos los ordenatas del personal, y cubrir los honorarios del especialista (en realidad agentes dobles a sueldo de Bill Gates).
Pero uno es bien pensado por defecto, y no le gusta caer en estos bucles de picaresca de la peor ralea.
Sí, ya lo sé. Mal hecho.
Por supuesto acabo teniendo que pasar por el aro, y llevo el ordenador al técnico, que me cuenta las mil y una por las que ha pasado para salvar esto de aquí, de allá y de acullá, como si él y el cirujano que salvó la vida del torero José Tomás en la más reciente de sus cogidas, fueran en realidad una misma casta de profesionales, cada uno en lo suyo.
Naturalmente, el ordenador es un aparato electrónico, y no necesitó una transfusión de hasta 9 litros de sangre como el diestro, pero, oyendo hablar al susodicho técnico, tal parece como que, si ello fuera preciso, esa hubiera sido su misma línea de actuación.
Afortunadamente, ni yo, ni mi ordenador hemos necesitado, de momento, tener que sacarnos el carnet, previo pago de las tasas estipuladas, de vampiros consumados.
Solo faltaría, máxime después de abonar, one more time, las correspondientes comisiones de ciberseguridad internáutica, nada modestas, y la voluntad.
Y ello por más que para circular por la red la única documentación que se requiera sea el recibo de pagar al proveedor de la conexión. Con sólo esto, uno ya es libre de andar por ahí a salto de mata, pirateando un poco de aquí, otro poco de allá, y no cuidándose demasiado de no ponerlo todo perdido de códigos maliciosos que se han ido contrayendo, por ahí por el mundo adelante, de forma inconsciente y zascandila.
En fin, que, recapitulando: Unos cuantos eurillos del ala que se han esfumado, y lo peor de todo, el engorro de tener que cargar con el paciente (casi, casi con lo que en realidad es simplemente su féretro) hasta el taller de reparaciones, ante la mirada inquisitorial del paisanaje.
Provocando que cualquiera se permita especular con la mucha o poca importancia que le concedo a la salud del (en teoría) más inteligente de mis electrodomésticos. Tal vez incluso, más que a la mía propia.
Y total para que dentro de otros 12 meses se repita la historia.
Pero como reza el dicho: Ya estamos para otra.

lunes, 19 de abril de 2010

Personalidad volcánica


A Europa le ha salido un grano. Y un grano muy purulento.
Desde luego era mucho pedir que, con semejante nombrecito, Eyjafjalla, el interfecto no tuviera una personalidad volcánica.
¡Menuda la que ha liado!
No negaré ahora que un servidor es (de aquella manera) ecologista, pero tampoco abundaré en eso tan manido, y falaz, de que la Tierra responde a nuestros malos tratos desmadrándose.
Aún así, por esta vez, parece haber dejado bastante claro, que nuestro modo de vida – el del estrés y las prisas, amén de otras muchas incontinencias – le importa cuatro pimientos.
Sea como fuere, las compañías aéreas parecen estar ya un poco hartas de tanto esparaván, y sobre todo de aguantarle los malos humos a este lomo plateado de los puntos calientes tectónicos, y que no van a consentir por mucho tiempo más el que se les suba a las barbas alegremente.
¡A ver qué va a ser esto!
Estos islandeses medio arruinados que quieren entrar a formar parte ahora de la UE, haciéndose notar y poniéndolo todo patas arriba… Con el personal revolucionado… ¿De qué van ellos y su volcancito?
A ver si se enteran ya, de una vez por todas, que vienen al club principalmente en condición de invitados, y que nada les librará, por el momento, de seguir encajando goleadas a cargo de “la roja” en las fases clasificatorias de los mundiales.
¿Qué se habían creído?

Eso sí, por lo pronto, lo único que se puede echar a volar por el espacio aéreo comunitario, es la imaginación.

sábado, 17 de abril de 2010

Fobias y filias


Cuando era pequeño, mis padres me decían que si un extraño venía hacia mí con un caramelo en la mano, y en actitud obsequiosa, debía inmediatamente elevar mi estado de alerta a def con dos, y salir de allí pitando.
Esas eran las órdenes, y se cumplían a rajatabla.
Por lo visto a aquel caramelo, tan inocente en su apariencia externa, ese sujeto vil y ladino podría haberle inoculado con una jeringuilla droga en cantidad suficiente, como para crearme una grave dependencia, de por vida, de esa perniciosísima y muy costosa sustancia.
Claro que, ahora que lo pienso fríamente, nada hubiera cambiado, pues ¿qué niño a esas edades no tiene a todas horas “mono” de golosinas?
Lo cierto, es que estos temores, imbuidos en nuestras cabecitas de tiernos infantes, transcurridos los años, nos resultan ya del todo inservibles. El paso del tiempo, y la experiencia adquirida, van educando nuestros miedos más comunes hasta convertirlos en eficaces herramientas de subsistencia. Es decir, aprendemos a reconocer aquello de lo que debemos razonablemente sentir aprensión, y a evitarlo en la medida de lo posible.
Ya no necesitamos consignas venidas de afuera, hemos implementado nuestro propio sistema de respuesta coordinada ante las emergencias.
Sin embargo este es un proceso imperfecto, y al igual que la cadena de ADN comete errores al duplicarse, toda función biológica es tremendamente susceptible de pifiarla.
De hecho, las fobias, es decir, los temores postizos que por una razón o por otra se han quedado a vivir en nuestras mentes, cual okupas, no son sino los materiales de derribo que quedaron sin recoger de aquellos otros miedos utilitarios de la infancia.
Se podría decir, que de niños nos acostumbramos a traficar y consumir “mieditis”, y que como adultos, seguimos siendo incapaces de prescindir de ella.
Toda fobia además lleva aparejada una filia. El que sufre de claustrofobia, por ejemplo, amará la libertad y los espacios abiertos, y viceversa, al que le gusta encerrarse todo el día en un cuartucho casi sin oxígeno ni luz, el simple hecho de salir a la calle le sumirá en el pánico.
Pero estos son casos de libro. Evidentemente hay situaciones mucho más sutiles.
Un tipo perfeccionista como yo, terriblemente afectado por este mal que suele cebarse con los mediocres, sentirá un inmenso pavor a meter la pata, y sobre todo a meterla en público.
Nada de lo que se cueza o guise en mi cerebro podrá ser amargo al paladar del emperador, so pena de coser a latigazos al cocinero.
Yo habría sido muy infeliz de haber nacido en Corea del Norte, porque allí el derecho a salirse por la tangente parece estar muy - pero que muy - restringido. De hecho, aquí os dejo el enlace a un vídeo para que os hagáis una idea de lo que hablo.
Pero tengo muchas otras fobias y temores estúpidos, que sin embargo no son capaces de compensar mis desbocadas filias y adicciones. Tengo superávit de serotonina, y eso es un problema. Todo ello fruto de una mala organización.
Necesito pues poner orden en mis pensamientos, de natural anárquicos y errabundos, y una solución eficaz podría ser contratar un viaje (¿de placer?) a Corea del Norte, para someterme al certero cincel de los mandamases.
Volvería de allí sin fobias, filias, ni subidones de egolatría. Un hombre hecho y derecho. Con la mente fría y despejada. Más aún, con ella completamente en blanco. Los ojos vidriosos, y babeando cual perro pauloviano, pero tieso como una vara.
Eso sí, presto a transformarme en un abnegado saltimbanqui a una sola voz de mis superiores.
No en vano, nada hace más por la propia regulación intestinal, que una inyección de galones y gorras de plato, por vía rectal.


P.D.: Y, por favor, no olvidéis que este blog es apolítico, (además de apolíneo), no vaya a ser que algún nostálgico de los tiempos de la Unión soviética se mosquee con mis pitorreos para con el colectivismo a machamartillo. Recordad que Deng Xiaoping, otro oriental con mucho talante de ordeno y mando, dijo aquello de “enriquecerse es glorioso”, y era comunista como el que más.