lunes, 19 de agosto de 2013

Ártico con bañistas



En efecto, amigos, esa es la última y mejor oferta que hoy por hoy se puede encontrar en el panorama inmobiliario planetario.
Un ártico con bañistas, en pleno centro del norte geomagnético, soleado, bien comunicado por el estrecho de Bering con las potencias mercantiles y energéticas del presente siglo, China, Canadá, Alaska, la madre Rusia, Noruega…
Nunca, en sus frías noches de invierno y soledad pudo este ni tan siquiera imaginárselo, y es que en la vida estuvo el polo más cotizado.
De hecho… ¿Quién se puede resistir a semejante casquete?

 Y todo por un quítame allá esas pajas de si el volumen de CO2 emitido, o si la quema de combustibles fósiles, o que si la industrialización frenética de un hemisferio es la metástasis del consumismo histérico del otro, y viceversa.

Pero, nada… Todo escandaliza al que ya de por sí es susceptible.
¡Qué miedo! ¡El calentamiento global! ¡Nos engullirán los océanos embravecidos! ¡Nos achicharraremos como pavesas ante un sol de justicia, como nunca se vio en siglos y siglos de civilización!
La tierra se convertirá en una sauna finlandesa. O mejor dicho, en unos baños turcos. Viviremos nuestro día a día cual inocentes reclusos de una prisión anatolia.

 Y así, un bis tras otro, el mismo estribillo de siempre, reiterado al infinito. Puro victimismo y nada más que victimismo.
Ecologistas de pacotilla.

 En fin, se pongan como se pongan los “señoritos”, esto no tiene remedio. No en vano, cualquiera les dice ahora a los de los ojos rasgados que se vuelvan a su Mongolia interior, a darle bombín a las bicicletas. Así que hay que tratar de verle al asunto su lado positivo, y si se es un pelín espabilado, incluso la oportunidad de negocio.

 Además, en cuanto se huelan que la cosa funciona - que funcionará, no tengo la menor duda - y todo el mundo vea que se hace caja, enseguida se celarán los terratenientes del sur, y querrán ellos también poner la Antártida en condiciones. Al tiempo, si no.

 Que se derrita el hogar de miles de focas, osos polares, ballenas, pingüinos, etcétera no puede ser algo tan traumático como algunos lo pintan.
¿No desaparecieron también los dinosaurios… y nadie dijo nada?

 El problema real, creedme, es el que parte de los mismos de siempre. De esos amargados, llorones y con complejo de nuevos mártires que se hacen llamar ecologistas, o “verdes”, que aún es más gracioso, porque en mi época verdes eran las películas de Pajares y Esteso, y estos, a ese respecto, me temo que a dos velas.
Pero bueno, esa es su elección. Todo muy frugal. Nada de comodidades superfluas. Pudiendo meterle calefacción central a un iglú, doble panel aislante, tarima flotante, vitrocerámica, agua caliente a gas ciudad, dos plazas de aparcamiento para trineo con perros y bulldozer quitanieves… ¿Para qué contentarnos con el pack básico?

 Os lo digo yo, son los enemigos del progreso. Ni caso.
Estamos de hecho ante la mejor inversión de futuro que se puede echar a la cara hoy un terráqueo de a pie, y la gente ahí sigue, enclaustrada en su pequeño mundo de temores y frustraciones. Virgencita, virgencita, que me quede como estoy.

Los polos son la elección segura del triunfador de hoy, del mañana y de siempre… Y no me refiero únicamente a los de Ralph Lauren.
Vosotros ya me entendéis.

lunes, 12 de agosto de 2013

Audiencias mandan



La televisión, siempre la televisión.
Algunos vaticinaron en su día que internet se acabaría comiendo a la televisión, a los periódicos, al celuloide, a la radio y, en general, a todos los demás medios de comunicación. Una previsión que, lejos de verse desmentida, poco a poco, y con la determinación de un “cavaor”, se ha ido materializando. Uno por uno, pues, se ha ido merendando el espacio vital primero del pastel cinematográfico, hollywoodiense y no tan hollywoodiense, luego el de la prensa escrita, y finalmente a la música y el teatro, que han sido, sin lugar a dudas, los peor parados.
¿Todos muertos (o lisiados de por vida)?...  No todos.
No, la televisión, el medio más voluble - en teoría, el de caparazón más blando- ha acabado revelándose como el más resistente a la debacle. Algo así como las cucarachas o las ratas con respecto a un holocausto nuclear.
Su pobreza de contenidos, su cutrez consustancial, su reptiliana capacidad para mudar de piel y seguir como si nada arrastrándose por entre las inmundicias del turbio y cenagoso subsuelo emocional de la gente, han sido claves para su supervivencia.

 Nos encontramos pues ante una verdad dolorosa pero incontrovertible. Esa pulsión descerebrada, ese hálito halitoso que anima de vida a la caja tonta, y que la convierte en una fuente inagotable de energía psicotrópica, es el motor de la vida intelectual, el gran tejedor y destejedor de redes neuronales, en la aplastante mayoría de los miembros de la raza humana.
Es como las termitas. Toma su alimento, su materia prima, de todo lo demás, lo que daríamos en llamar la cultura fósil, y, previo paso por la minipimer, lo transforma en combustible ultraeficiente de fórmula uno.
Atrás quedan por tanto las consideraciones moralizadoras. Que si es renovable, o si un fuego exterminador. Que si dilapida siglos de conocimiento y sabiduría....
No puede haber pausas para la reflexión. El circo ha de desarrollarse a toda la velocidad de la que sea capaz, y nada ni nadie puede interponérsele.

 Aceptando esta realidad, y renunciando a toda competencia, llega entonces uno a plantearse la necesidad de saber, de conocer, los secretos que han hecho fuerte a su antagonista.
¿Qué hace a la televisión ser la líder supremo, o mejor aún, la “querido líder”, de la inteligencia emocional mundial?
Muy sencillo. Su permanente reducción al absurdo.
Sí, su fórmula es bien sencilla.
Todo lo que vomita la pantalla ha de llegar, en un momento u otro, a un punto, en que el raciocinio, tal como legítimamente lo conocemos, es decir, en su estado más puro y prístino, sea desafiado, vapuleado y, en última instancia, arrodillado.
La bobada supina es la meta, y ha de prevalecer siempre. Caiga quien caiga.
Es así que las mentes enfermas de los creativos de televisión nunca descansarán, de hecho jamás lo hacen, mientras la humanidad siga teniendo ese apetito desmedido, insaciable, no por el más difícil todavía, sino por el disparate más difícilmente imaginable. Esto es, por la mamarrachada de turno, elevada a la máxima potencia de la numerología zoroastriana, y metamorfoseada en mariposa cervical.
Sí, señor. Eso exactamente. Y si se tercia, no escatimar en las dosis de ketchup y mostaza.
Transgredir por el puro placer de transgredir. Sin un propósito, sin un más allá…
Un día conseguirán convencernos de que el alma humana reside en la vesícula biliar, y nosotros, tan felices.
¿Para qué queremos más?