sábado, 25 de septiembre de 2010

Ouasis


El escultor tenía el tiempo justo de hacer las modificaciones pertinentes. Luego la sala estaría demasiado concurrida.
La gente importante de su mundillo acudiría al estreno, y seguía sin estar convencido del todo.
Entonces se le acercó un muchacho que deambulaba por allí.
De un instituto, seguramente. Actividades extraescolares.

- ¿Cómo se titula? – le preguntó.
- ¿Eh?
- Que cómo se titula la escultura.
- Ouasis
- ¿Oasis?
- No, oasis, no. Ouasis, con “u”.
- ¿Y por qué Ouasis? ¿Por qué la “u”?
- Mmmm. Y yo que sé. Me pareció que llamándose Oasis, a secas, no tendría suficiente emotividad, suficiente sentimiento. Sería un oasis seco, sin vida. Sin personalidad. “Ouasis” le da más autenticidad. Es más gutural.
- Claro.
- …
- Es una obra inacabada, ¿verdad?
- Evidentemente. Pero sólo le faltan unos retoques.
- ¿Y luego la venderás?
- Naturalmente.
- ¿La venderás por dinero?
- Por supuesto, ja ja. Qué gracia tiene el mocoso. Esa es la idea.
- Una inspiración que ha surgido de tus propias vivencias… Es como si te vendieras a ti mismo.
- Todo el mundo se vende – se lo quitó de encima.
- Claro

La mirada de la criaturita penetraba el acero.

- No son mis vivencias – rectificó - Es una construcción mental, sólo eso.
- ¿Sin más?
- Me estás hinchando las narices, niñato. Vete a otro lado a incordiar.
- No puedo.
- ¿Eh?
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Todo apunta a que hemos entrado en un bucle dialéctico – reflexionó el muchacho.
- ¿Perdona?
- Demasiadas curvas.
- ¿Eh?
- Las curvas… Demasiadas curvas en la escultura. Han debido obligarte a adoptar posturas muy, pero que muy, incómodas.
- ¿Y eso a ti que más te da?
- Has tenido que arrastrarte por el suelo.
- Mira. Lárgate ya, niño repelentito.
- Ojalá pudiera… Pero me he perdido del grupo. Los otros chavales y la profe que venían conmigo en la excursión no sentían el arte en toda su dimensión, y… A la menor oportunidad que han tenido se han escaqueado a la cafetería del edificio.
- Lo que me faltaba, una oveja descarriada.
- Además, yo soy tu público, tu auditorio. Si yo me marcho en este momento, tu obra volverá a ser un cachivache inerte, que es lo que era hasta ahora. No es sino gracias a mí que cobra por fin sus proporciones reales.
- Esta si que es buena…
- Lo demás es sólo mirarse el ombligo.
- ¡Oye!, cuento hasta tres. O te vas de aquí, o llamo al vigilante.
- Como tú quieras. Pero si tu oasis, ouasis, o como se llame, no puede calmar la sed del que vaga perdido por el desierto… Entonces… ¿Cual es su gracia?

El muchacho se giró y sin más desapareció de allí, cual si se hubiera evaporado, sin siquiera darle tiempo al artista a elaborar una respuesta.
Como mucho, de sus labios, que así, con esa forma se quedaron, solo hubiera podido aflorar el sonido de una u.