martes, 8 de febrero de 2011

La libertad guiando al pueblo


Egipto ruge, Túnez toma aliento tras la refriega, y el resto del mundo árabe observa cauteloso, con un pie dentro y otro fuera, de eso que en occidente pomposamente llamamos democracia. Tenga el desenlace que tenga esta historia (historia pura y de manantial, de la de antes), por vez primera en siglos, y aunque sólo sea por unas pocas semanas, nuestros vecinos de la otra orilla del Mediterráneo respiran vientos de libertad.
¡Tres hurras por los moros!
Ahhh, la libertad. ¡Qué bella palabra! ¡Cuánto se nos llena la boca a la gente a la hora de pronunciarla! ¡Qué sobreexplotada está la pobre!
Una cosa sí es cierta. Quien de verdad quiera conocer su significado ha de viajar estos días a la tierra de los faraones, y darse un paseo por sus calles y plazas abarrotadas de gente corriente, ciudadanos de a pie, súbitamente tornados en revolucionarios. Unos por valentía, otros por desesperación… ¿Importa realmente el motivo?

El caso es que a este lado de la verja melillense, Europa finis terrae, parece como que con nosotros la cosa no va. Que todo está bien, mientras no nos toquen el bolsillo. Lo de siempre.
Más claro que nadie lo dijo en su cuenta de twitter David Bisbal. "Nunca se han visto las pirámides de Egipto tan poco transitadas, ojalá que pronto se acabe la revuelta" escribió el cantante almeriense en su ordenata, mientras chateaba con sus fans.
Ni se imaginaba entonces la que se le venía encima.
Todos aquellos que no le perdonan su pasado de triunfito se le echaron a la yugular, interpretando, y si hace falta, hasta tergiversando, el significado de sus palabras, para criticarlo y en definitiva ponerlo a pan pedir. Y todo por algo en suma tan habitual entre nosotros, amigos blogueros, como es ponernos a opinar de lo primero que se nos viene al melón.
¡Lo que son las meteduras de pata de los famosos!
Y sin embargo la frasecita, describe con cuatro palabras, y a la perfección, el sentir general al respecto, de nuestro país. De hecho, como comunicado oficial a nivel institucional puede que no tuviera mucho futuro – seguramente - pero para filtración de Wikileaks era oro molido.
La realidad sigue siendo en todo caso, que el tirano de Mubarak, el “rais”, a esta hora de hoy, sigue aún sin apearse de la poltrona. Trapicheando de aquí y de allá influencias con sus aliados occidentales e Israel, en un esfuerzo patético por evitar el desahucio.
Dicen las malas lenguas que todos estos sátrapas norteafricanos, y del medio oriente, son nuestra salvaguarda contra las furias desatadas del islamismo, que dejarlos caer no resolvería el problema endémico de miseria y subdesarrollo de la zona, que enseguida, como en los tebeos de Iznogud, se erigiría otro califa en lugar del califa, y que por tanto nos convienen más estos, que son califas amigos. Amigos subvencionados, eso sí.
¿Por qué te quiero Andrés? Por el interés.

En fin. Yo, como Bisbal, abogo desde aquí por el fin de las revueltas, pero no de cualquier manera. La democracia ha de universalizarse y a ello hemos de contribuir todos los que nos jactamos de ser sus ubérrimos defensores. De nada valen las medias tintas.
Hay que posicionarse claramente a favor de los que, no hace tanto, no éramos sino nosotros mismos en la lucha desigual por nuestros derechos.
A fin de cuentas todo comenzó por la brutal represión a un pobre vendedor ambulante de frutas y verduras. Un don nadie, un pobre diablo sin más posesiones que el suelo que pisaba y poco más, un auténtico superviviente del día a día que ya, a partir de ahí, no supo nada mejor que hacer con su vida que quemarse a lo bonzo.
Nada podía sospechar él que su sacrificio devendría en lo que hoy es considerada la revolución árabe, un poco tomando prestadas ciertas analogías de la revolución francesa del siglo XVIII, excluyendo si bien, de momento, la guillotina.
Con todo, se ve que pierde algo de fuelle a medida que pasan los días y los tiranos, caso de Gadaffi, o del propio Mubarak, hacen un lifting a sus regímenes, no muy diferente al previamente practicado en sus propios rostros, por similares cirujanos occidentales.
No en vano esta es una técnica rejuvenecedora que entre esta gente, tan crápula y vanidosa, caso igualmente de Berlusconi, viene encontrando de un tiempo a esta parte a su público más fiel, y de hecho goza de una excepcional acogida.
Aunque no siempre da los resultados deseados, esa es la verdad.
Por lo pronto, y por si las moscas, Ben Alí, y su mujer Leila, apodada la “regenta”, harto conocida por su adicción a las compras (principalmente de artículos de lujo), huyeron de Túnez a las primeras de cambio con una tonelada y media de oro en las alforjas.
No es que Hosni Mubarak no se pueda llevar consigo esa cantidad, si acaso el triple, pero se ve que su problema es en este caso la adicción al poder. Ese irresistible gusanillo que hace de los mandamases mundiales unos auténticos toxicómanos, irrecuperables para la sociedad, en cuanto que pisan un palacio presidencial.
Una enfermedad que ineluctablemente va acompañada de sordera para con las reclamaciones del pueblo. O si no, ¿cómo es entonces posible que Hosni no oiga a sus súbditos en masa, exigiéndole la dimisión? ¿O será que él interpreta que, más bien, le están cantando aquello de… Bulería, bulería, más te quiero cada día…?
De nuevo, qué tendrá la fama, que lo trastoca todo.

P.D.: Aquí os dejo un enlace a la banda sonora de El príncipe de Egipto. Más que nada por si queréis oír buena música, y, a mayores, ver buenos dibujos. Aunque también podéis escuchar a Bisbal, la voz del pueblo.

P.D.2: En prevención de malinterpretaciones habidas y por haber, que sepáis que Bisbal es medio paisano mío, y que si me meto con él, es desde el afecto y el abuso de confianza. Así que no os cebéis demasiado con el chaval, que es buena gente, y además tiene muchas amigas, con derecho a roce, en sus redes de internet. Ya me entendéis.