sábado, 21 de mayo de 2011

La democracia de la real gana


Todo el mundo habla de lo mismo. Del fenómeno Democracia Real Ya. Estamos inmersos en plena vorágine de las elecciones municipales del 2011 y la juventud ha explotado. Ha dicho “basta ya de palabrería barata, y mensajes huecos, vamos a hacernos oír”. Y yo, como no quiero ser menos, daré también mi punto de vista.
El mío, por supuesto, a contracorriente y en contravención, de todo cuanto pueda haber expresado con anterioridad en otros blogs amigos, por medio de mis, no siempre, acendrados comentarios.

Empecemos, pues, diciendo que la verdadera razón que ha movilizado a los jóvenes en este repentino y sorpresivo seísmo político, es, y sólo puede ser entendida de esta manera, un conglomerado, una miríada , un cóctel de motivos de los cuales, unos más serios, otros más frusleros, pasaré a enunciar a continuación.

1: Afrancesamiento.
El abuelito franchute, que escribe un libro titulado ¡Indignaos! (Indignez-vous!), y la gente ilustrada y revolucionaria de este santo país que hasta entonces vivía en el más placentero de los letargos, de golpe y porrazo se levanta de un salto del sofá, hace la PlayStation a un lado, apaga el Gran Hermano, y se lanza en pelotón a la rue, en pos de les Champs Élysées.

2: Mimetismo morisco.
Las primaveras revolucionarias del norte de África, y en general del mundo árabe, han finalmente alcanzado a la que durante ochocientos años, que se dice pronto, no fue sino otra provincia más del califato de turno. En este caso Al-ándalus, la joya de la corona musulmana. Y en esto, nuestro código genético, deudor en gran mediada de aquellos pueblos que entonces nos invadieron y dominaron, ha jugado un papel clave, marcando la pauta de una actuación estimulada por el mero parentesco racial.

3: Extrañamiento del botellón
Acampar en plena Puerta del Sol de Madrid, así como en otros puntos de la geografía española, cuyo denominador común suele ser el casco viejo de las ciudades, es, no me cabe la menor duda, un guiño a lo que será, de ahora en adelante, la extinción masiva del rampante modo de vida noctámbulo de la mayoría de los jóvenes españoles. Lo que han hecho no es sino concentrar las antiguas fiestas de los jueves, los viernes e incluso los sábados universitarios, en una sola convocatoria, a la vez mastodóndica y fractal, a modo de megalómano sepelio.
Es este un botellón abstemio, en el que en lugar de pelear cuatro amiguetes por decir la parida más graciosa, son miles los que se afanan, y luchan, por decir la verdad más entristecedora.

4: Evisceración político-purulenta.
La gente ha contemplado como en Andalucía y Valencia van a volver a ganar aquellos que hicieron las cafradas más gordas, caciquil y delictivamente hablando, y, como es lógico, no se encuentran las carnes de la desesperación.
Se preguntan, y con razón, si esto de votar sirve para algo que no sea para enriquecer a unos cuantos espabiladillos, los mismos de siempre.

5: La elección de lo menos malo.
Motiva poco acudir a elegir entre lo que es malo y lo que es peor. Y sobre todo después de que se hayan pasado dos semanas llenándole a uno la cabeza de palabras y discursos bienintencionados, pomposos, rimbombantes y de resonancias jotaefekianas.
Es la vieja paradoja de aquel al que le preguntan:

- ¿Qué vino le gusta a usted?
Y responde.
- A mí, el Oporto a temperatura ambiente y servido en copa de licor.
- ¡Ah! ¡¿Tinto, eh?!. Pues aquí tiene un pack de seis tetra bricks de Don Simón. Cójalo por el asa, y écheselo a la espalda.

Se da el caso además de que derechas e izquierdas, que han gravitado programática e incluso ideológicamente hacia el centro, hasta casi devenir en agujero negro, muchas veces ocupando terrenos que no les son propios, resultan hoy por hoy casi indistinguibles la una de la otra.
Fuera de lo que son las guerras por la presencia o retirada de crucifijos en las aulas, casamientos o no de personas del mismo sexo, y similares rebatiñas, sus enfrentamientos se remiten a la descalificación personal del adversario, y a la denuncia de los sempiternos chanchullos en las asignaciones presupuestarias
Así, cuando gobierna la derecha, lo hace mirando a izquierdas, con el propósito de echar las redes también en sus caladeros, y después de dar por seguros los suyos. Y otro tanto parecido hacen sus iguales de la izquierda.
Con lo que al desorientado e indeciso ciudadano sólo le queda la opción de, si se identifica más con los que prefieren ser cola de león, y echar a la urna una papeleta azul, o con los que se ven más a gusto como cabeza de razón, y depositar la papeleta roja.

Sea como sea, y después de este manual abreviado para interpretar la política en clave de chirigota, yo, que tengo tanto de ratón de laboratorio, como de león de circo - así como de perro verde - me aprestaré a endomingar mi papeleta con ese último color.
Una papeleta reverdecedora, quiero creer, a la cual acompañaré en ese viaje iniciático y al mismo tiempo fatídico, al que se someterá durante su primer, y último día, de colegio electoral.

Y de regalo, un último arrebato de lirismo democrático.

La voz del voto silente
(Poesía de elaboración propia.)

Que hablen esos votos voladores,
Que eleven al cielo su característico gorjeo.
Nada hay más funesto
Que el trinar de los pájaros de mal agüero.
Que lance su canto al viento,
El que de mayor quiera comer huevos.
Y que tampoco se abstenga de hacerlo,
Vive el cielo,
Quien en verdad tenga alas de vencejo.

El que canta, su mal espanta – refranero popular.