miércoles, 28 de diciembre de 2011

A Belén pastores


Bien, la navidad del 2011 ya es historia, esa es la verdad.

El rey ya soltó su tradicional mensaje - como de costumbre calificado por la clase política de discurso "de altura", al tiempo que la plebe lo colmábamos de opíparos bostezos - las lucecitas del árbol se fundieron, los turrones y mazapanes completaron con éxito - es un decir - su travesía a lo largo de nuestros congestionados tubos digestivos, y el pavo... El pavo afrontó con entereza la misión para la cual se le había hecho venir a este mundo. Mundo cruel, lleno de vivos y hambrientos, a la mínima dispuestos a acuchillarte.

No obstante, quienes desde bien pequeños estamos infectados por el espíritu navideño, no lo consideramos solamente como una fecha concreta, puntual, después de la cual todo deberá volver ordenadamente a su curso normal, sino más bien como un periodo. Un periodo que, vaya o no acompañado de su siempre bien valorado correlato vacacional, se extendería hasta el día de reyes, el 6 de Enero, con la entrega total, verificada e irreversible, de los regalos que en buena lid se merecieren, o, en su defecto, el carbón.

Un año más hemos sobrevivido a la peor de las pesadillas del ciudadano de a pie, las reuniones familiares. Esta es de hecho la época del año en que mejor se aprecia esa realidad de la que ya en su día se percató el milenario filósofo chino Confucio, y que se resumiría, abreviando, en que cada familia es como un estado en miniatura, con sus propias leyes, sus propias jerarquías, y sus propias corruptelas. Según este sabio, un gobernante que no supiera llevar bien de la mano los asuntos de su familia, menos aún podría hacerlo con los de sus súbditos.

Afortunadamente, esto no se aplicaría a aquellos gobernantes cuyo papel es el de ejercer de meros espadones, por lo que no me gustaría que esto se entendiera como un cansino intento de polemizar, en algo de lo que ya se ha polemizado, se polemiza y se polemizará, en cantidades más que suficientes, e incluso, excedentarias, a lo largo de este año que agoniza, y del nuevo que se nos avecina.
Sirva, sin embargo, dicha reflexión, para recordar lo importante que es mantener la familia unida a pesar de los pesares. Por más que Menganito sea muy suyo, Zutanito, un mangante, y Perenganito, definitivamente insoportable.

Y démosle al César lo que es del César.
A veces, está uno parapetado en la trinchera con el Kalashnikov en ristre, y con lo que se encuentra es con que al final no es para tanto, y que en todas las casas hay siempre alguna pequeña riña y/o discusión, y que no sólo es sano y natural que así sea, sino que incluso hasta es deseable.

Pues sí, este año estoy satisfecho con la Navidad.
Se está pareciendo bastante a lo que una Navidad, en teoría, debe ser. Además, pese a que en esta ocasión el invierno ha entrado de través, ni todo lo frío que se esperaba, ni todo lo templado que sería de desear, más o menos, una suerte de invernía traicionera, he logrado llegar a las celebraciones libre de catarros, enfriamientos y patologías nasales varias, que ya en su momento, me echaron abajo el "acueducto" de la constitución.

Pero volviendo a las enseñanzas de Confucio... En medio de tanta abundancia gastronómica y cuchipanda familiar, no debemos olvidarnos de que seguimos en crisis, y que para muchos esta se extiende hasta su ámbito familiar, por lo que nuestro sentido de la generosidad haría bien en, si no tiene nada mejor de lo que ocuparse, darse un garbeo por aquellos lugares donde se le necesita, y de paso, ver un poco de mundo.

Otra cosa distinta es que la Navidad, haga brotar de la gente un renovado espíritu de amor al prójimo, puro y desinteresado, que no suele ir más allá de lo meramente testimonial, pero que al menos nos obliga a incluirlo como propósito, eso sí, más bien relajado, para la agenda del nuevo año. Un año que, nos guste o no, ya está llamando a la puerta.
Y un año que, caso de que al final no sea el último-ultimísimo, sino uno más como cualquier otro, viene si bien cargado de acontecimientos, sorpresas y sobresaltos. Creyéndose él también, importantísimo y trascendental para la historia del mundo, de la humanidad, y, si se me apura, a tenor de los últimos avances científicos en materia de bosones, hasta de la del Universo.

Un saludo a todos, y felices fiestas.