domingo, 25 de julio de 2010

Le temps est venu


Cuando Christophe Mathieu escribió Le temps est venu, 1991, Ed. Girouette, toda una ola de acontecimientos recorría la estepa centroasiática.
La república de Tanatistán, donde se hallaba destinado como reportero de L’observateur impartial, acababa de declarar formalmente su independencia de la extinta Unión Soviética, en medio de un gran caos institucional y frecuentes revueltas callejeras.
Fue entonces cuando tuvo contacto con los horrores de una guerra civil, de cuyos fantasmas ya nunca más pudo desembarazarse. Eso, unido al suicidio en condiciones que nunca se llegaron al esclarecer del todo, de su hermana pequeña Sophie, apenas unos pocos días después de su boda, y con la que se hallaba emocionalmente muy unido, marcó ya definitivamente lo que sería de ahí en adelante la línea central de toda su creación literaria.
Curiosamente Mathieu situó la trama de Le temps est venu (La hora ha llegado), en un pequeño pueblo de la meseta castellana, quizás al pie de las primeras estribaciones de la sierra de Guadarrama, en la provincia de Ávila, donde en su juventud pasó largos periodos estivales, y donde al parecer vivió una etapa pródiga en experiencias y en todo momento trufada de una intensa felicidad.
En palabras de él, lo hizo así “porque necesitaba alejarme de todo lo repugnante y siniestro de lo que mi profesión me había convertido en amanuense, pero no lo conseguí”.
El argumento de la historia, de hecho, en ningún momento alcanza a levantar el vuelo, y pese a que intenta por todos los medios encontrar una luz que le guíe, no abandona las premisas de austeridad formal y catastrofismo vital, que a partir de entonces caracterizarían toda su obra posterior, y que le situarían en la lista de autores malditos de la así llamada Generación grisú.
Con todo Le temps est venu es un canto desinhibido a la lucha por un proyecto de vida, por un sueño en el que la voluntad humana, pese a ser una y otra vez zarandeada, y vapuleada por la cruda realidad, se levanta del suelo cuantas veces sea necesario, para, como dijo Maurice Khorkovian, su amantísimo discípulo, “seguir, desde la nada más absoluta, improvisando escenarios de redención”.
Mathieu murió solo y completamente arruinado en un frenopático de Orán.

Traducción de Ana Cueto-Xino.
Fuente: Gilipedia.

Si deseas leer Le temps est venu, puedes hacerlo en este enlace de Status: Playing.

Aviso importante: Es más larga que un día sin pan.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Que feo final. pero pues no siempre hay un bonito y rosa final feliz para los hechos de la vida. Llega un momento donde caes y te levantas tantas veces que cada vez es más dificil.

Cuidate mucho que andes bonito

byE

Anónimo dijo...

Me ha picado la curiosidad según te iba leyendo...

Gracias,

Merce dijo...

¿Ana Cueto-Xino?
Jajajajajajaja

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Eva dijo...

Ufff!!! Si es más larga que un dia sin pan... no sé...
Pero me ha picado la curiosidad...
Salut!!!

J.M. Ojeda dijo...

¡HOLA!
A veces solo a veces, la desesperación, trata de sacrificar al conformista, junto con su mundo de paz camuflada.

Saludos de J.M. Ojeda.
Buen fin de semana.

Miguel Baquero dijo...

No sé si la historia es cierta, pero desde luego es bien posible, Y desde luego eso de caer y volver a levantarse es una magnífica lección; igual la mejor lección