Gracias a los bulos, las pseudociencias, la charlatanería, los tertulianos de barra de bar y demás comunicadores de fango y bilis, podemos desaprender todo aquello que no se ajuste a nuestra talla moral e intelectual, esa realidad que nos tira de la sisa y nos remarca esos defectos tan nuestros, de toda la vida, así como los sobrevenidos.
Nos ayudan a vivir en paz con nuestros complejos, individuales y colectivos, y nunca les estaremos lo suficientemente agradecidos. Recibimos nuestra papilla diaria, puntual y eficientemente, y, amor con amor se paga, tenemos la obligación de, nosotros mismos, transmitirla tanto o más deformada de como nos la entregaron en origen.
Es nuestro deber como personas que somos, o mejor dicho, como personas por las que nos tenemos que somos, tan ufanamente.
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