domingo, 10 de abril de 2011

Guerra justa


«La guerra es una actriz que envejece: cada vez más peligrosa, cada vez menos fotogénica» (Robert Capa)

¡Ah, que iluso, que romanticote de pacotilla, era el señor Capa! La guerra, su guerra, de la que tantas obras de arte se llevó bajo el brazo, siempre cámara en ristre, flirteando con la metralla de trinchera en trinchera, nunca fue nada de lo que pretenciosamente insinúa en su frasecita, si acaso, únicamente a los ojos de quien pudiera contemplarla a distancia, estampada en papel, en la portada de un periódico o de una revista, o en la pared de un museo, con la barriga bien llena de canapés y los radiadores de la calefacción a pleno rendimiento. De hecho, si lo que él entiende por fotogénico - que en este caso equivaldría a poder recrearse en la desolación, en el morbo, y en la casquería - es algo que en su día consideró ya marchito, yo me permito abiertamente el lujo de contradecirle. La guerra goza de una salud inmejorable, y ni siquiera necesita recurrir a las clínicas de cirugía estética, ni maquillar sus muchos siglos de zascandileo impenitente por estos andurriales. Sigue teniendo galanes a lo largo y ancho del mundo, dispuestos a todo con tal de obtener sus gracias y favores, y retratistas a patadas que la inmortalicen.

Ha nacido incluso en los últimos tiempos un concepto nuevo, capaz de darle mayor realce y actualidad. El concepto de guerra justa.

Claro que yo diría que muy nuevo no es. Si acaso, como todo en ella, retocado.

Y si no, no hay más que recurrir a los libros de historia para ver que la adjetivación de las contiendas bélicas suele ser siempre harto complaciente: Guerra santa, guerra de liberación, guerra de la independencia… E incluso poética: Operación libertad duradera, amanecer de la odisea, etc…

Y es que la guerra goza mucho de que la adulen. Hay mucho en juego, y ella no entregará su virtud, esto es, los réditos por la venta de armas y municiones, así como los contratos de reconstrucción, al primero que llegue.

¡Derroquemos tiranos! ¡Muerte al infiel!

Importa poco el pretexto a esa bestia ansiosa por atracarse en las carnicerías de la sinrazón humana.

¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia! – se ha llegado a decir, en pleno despiporre castrense.

Y eso que de un tiempo a esta parte hay a quien le ha dado por verle su cara amable, y su enorme potencial benefactor a largo plazo.

Como si después de todo, pese a su voraz y desmedido apetito por la sangre recién descorchada, le cupiera un trasfondo de conciencia. Pero en todo caso, sea o no sea así, es mejor no ofenderla.

Todo lo contrario, si se puede ha de celebrársele su indiscutible sentido de la oportunidad.

De hecho, muchas veces se ha dicho que en ocasiones anteriores las crisis económicas se resolvieron montando guerras. Esto es una realidad. Destruir y reconstruir. Volver a empezar de cero. Arrojar a una pira funeraria el pasado, y renovarse de arriba abajo, mediante la deífica intermediación del fuego purificador. Y por el camino, las cunetas sembradas de cadáveres, que como abono natural van de miedo.

Y es que no hay otra salida al problema.

En un mundo globalizado que trabaja y se esfuerza obstinadamente por homogeneizar los estándares de desarrollo, y mejorar sus condiciones de vida, las guerras actúan como contrapeso, y son el revulsivo ideal, inmejorable catalizador de las desigualdades, permitiendo que nunca deje de haber dos polos opuestos, el de los que lo tienen todo y el de los que lo han perdido todo, entre los que fluya la corriente dinamizadora.

Voilá la fuente del eterno beneficio inmoderado.

Es, en resumidas cuentas, el único medio por el que estas - las guerras y sus muñidores – nos puedan devolver algún día a la senda del tan imprescindible, del tan necesario, del tan sacrosanto, crecimiento económico.

O dicho de otra forma, el regreso al balsámico redil de la usura institucionalizada, al ir y venir enfermizo de capitales, a las pirámides financieras, al yo te compro y tú te vendes…

¿Hace o no toda esta rapiña al progreso de la humanidad?... Eso ya es otra historia.

Y puesto que, como ya se ha visto, conflictos armados, bandas terroristas, conflagraciones civiles y levantamientos militares hay para dar y tomar, pero los momentos de paz y sosiego escasean, aquí os dejo, para vuestro fructífero disfrute y sin par esparcimiento, un nuevo relato artesanalmente elaborado por mí. “Antes me cortaba un brazo”, disponible, como ya viene siendo la costumbre, en Status: Playing, el blog de los muy blogueros.

Podéis ir en paz.

7 comentarios:

NoSurrender dijo...

Desde luego. La guerra, aparte de un gran negocio, es la expresión máxima de la injusticia. Y siempre la pagan los mismos, sea quien sea el enemigo.

Anónimo dijo...

Querido Cristobal. Me da miedo "personificar" la guerra porque corremos el riesgo de ser indulgentes con los hombres que las organizan. No me pierdo tu última entrada de Status Playing (debo ser una bloguera muy bloguera :-)) ¡Allá que voy!

Genín dijo...

Pues no, yo no me voy en paz, mas bien lo hago cabreado, tienes mucha razón, las guerras son injustificables, y mucho menos las económicas, que en realidad son todas encubiertas, cualquiera que sea el pretexto que se utilice.
Salud

Tomás Serrano dijo...

El "No a la guerra" de algunas está muy mal organizado. Como el de ésta.

Merce dijo...

Guerras ha habido, hay y habrá. Porque siempre habrá alguien interesado en que así sea.

Besos, Food.

Miguel Baquero dijo...

Respecto a la guerra, lo más fácil y lógico y humano es denostarla. Yo me apunto... pero luego pienso también que si no hubera sido por una guerra ahora quizás todos estaríamos desfilando al paso de la oca y posiblemete las víctimas de campos como Autchswitz o Bikernau se contaran por decenas de millones... Y entonces me quedo hecho un lío, totalmente confuso.

Le Burp dijo...

Su blog y sus puntos de vista son muy interesantes.
Incluso si algunas de las sutilezas de su lenguaje más allá de mi traductor.
Sus dibujos son poéticas. A mi me gusta.