domingo, 4 de octubre de 2009

¿Somos animales sociales?


Cualquiera con un grado mínimo de conocimientos en cuanto a lo que se refiere a las ciencias naturales sabe que el hombre, la especie Homo Sapiens, es un animal social, o al menos eso es lo que se oye decir por ahí.
Yo en cambio, tengo una teoría alternativa, y me inclino más a pensar que la sociabilidad humana es más que nada un mito, una feliz coincidencia, y que si en realidad vivimos hacinados y apiñados en ciudades y pueblos, es más por inercia, que por el anhelo de compartir nuestras existencias.
Bromas aparte, la teoría - mi teoría - he de admitir, es ciertamente fácil de refutar para alguien con dos dedos de frente y que no tenga el día para andar con chuminadas. No obstante, por más que se esforzase, siempre se dejaría colgando algunos flecos. Pequeñas evidencias ante las que este sesudo personaje figurado no tendría más remedio que doblar la cerviz, y reconocer muy a su pesar, que no existe un razonamiento o explicación, completa y cerrada, que las arrincone definitivamente.

El hecho es pues - como iba diciendo - que somos un animal social, como las hormigas, como las abejas, como los ñus… Y sin embargo, a ninguno de nosotros nos gusta reconocernos en ellos. Ni siquiera a todos nosotros, como conjunto, nos gusta hacerlo.
Pondré un ejemplo sencillo: Las banderas y escudos de los países.
Se ven muchas en las que la nación o el estado aparece representado por un animal. Pero en todos los casos estos suelen ser animales solitarios, y muy rara vez pertenecientes o integrados en manadas, grupos o bandadas.
Proliferan los leones, que aún sin haber puesto un pie en el viejo continente, excepción hecha de circos y zoológicos, campan a sus anchas por blasones y estandartes de media Europa. También son un éxito las aves, por lo general las rapaces: Águilas (alguna que otra de infausto recuerdo), halcones, pero también pajarillos como el Quetzal (Guatemala) aunque en este caso ya no hay una discrepancia tan grande, geográficamente hablando. Es también el caso de los cóndores en los países andinos, del águila culebrera en México, o de la de cabeza blanca en algunos estados de los EE.UU. En este reparto, en cambio, las gaviotas saldrían muy mal paradas, y únicamente un pequeño islote del Pacífico, Kiribati, la desplegaría en su enseña, y para eso de refilón, y como que pasaba por allí.
Osos (en algún lander alemán, creo que Berlín, y en California!!!), toros (en la versión forofo-pachanguera de la de la España cañí), lobos, etcétera, etcétera.
Por supuesto, capítulo aparte merecerían los animales mitológicos, águilas bicéfalas, unicornios o dragones (caso del País de Gales), cuya presencia en este cotarro, en detrimento de la de perros, gatos o hamsters, tanta amistad y cariño que decimos profesarles, da desde luego para muchas y muy críticas reflexiones.
Pero resumiendo, ni hormigas, ni abejas, ni ñus.
Los escogidos son siempre animales muy susceptibles y en absoluto dispuestos a ceder el más mínimo palmo de terreno en sus posturas. Nunca bichitos colaborativos y entregados en cuerpo y alma al bien común de la colonia.
El odio - la inquina que todos sentimos por estos animales sociales - se incrementa de hecho exponencialmente, cada vez que nos tenemos que relacionar con alguna de estas especies malditas, cuyos hábitos y costumbres, entran en conflicto con nuestro concepto de lo que sería un entorno ideal, y en muchos casos claras enemigas y competidoras: Ratas, cucarachas, polillas, piojos y liendres. Entre otros/as.
Si bien, todos estos desafectos tienen su justificación. La mayoría de estos bichos son muy marranos, y generalmente son portadores de enfermedades, o arruinan nuestro patrimonio, como la carcoma.
Lo que ya no es tan fácil de comprender es la antipatía que todos sentimos en mayor o menor grado por las hormigas, el animal social por excelencia.
Sí, las hormigas nos inspiran a todos recuerdos vagos de la infancia, en cuyo contexto, estos seres diminutos ejercieron en cambio una enorme influencia. Cómo olvidar a aquella hormiguita de la fábula que, implacable, dejaba morir de hambre y frío a la extrovertida y dicharachera cigarra. Aquel personajillo corroyó mi alma infantil, apenas en proceso de formación, durante muchos años, convirtiéndome en un ubicuo asesino (peor aún, genocida) de estos negros artrópodos. Era solo toparme con una hilera de ellos y agacharme a poner fin a sus vidas, dedo índice y pulgar actuando a toque de tambor. Hormigueros enteros sufrieron cuantiosas pérdidas en aquellas desiguales y cruentas batallas, mis manos convertidas en aeroplanos de la Luftwaffe por las orillas del Ebro o del Jarama.
Afortunadamente, hoy es el día en que mi forma de ser y de pensar se ha corregido radicalmente, pero eso no les devolverá la vida a aquellas pobres infortunadas, brutalmente masacradas, víctimas colaterales del rechazo y el odio que por entonces se me había inculcado.
Aprendí más tarde que aquel olor acre que despedían una vez despachurradas, era en realidad consecuencia de la presencia en sus fluidos corporales de una sustancia, el ácido fórmico, bastante popular en los laboratorios de institutos y universidades. Seguramente si de ellas hubiera brotado sangre, una cosa más parecida a la nuestra, roja y más espesa, algún sentimiento de piedad se habría podido despertar en lo más hondo de mi corazón. Aquel líquido, en cambio, me convencía más de lo estéril de sus vidas.
Y no iba desencaminado. La mayor parte de las hormigas, o poco menos que la práctica totalidad de ellas, son obreras. Meras súbditas de una reina para la que se encargan de despachar todas las faenas engorrosas, como la de conseguir comida y cavar túneles. De hecho su quehacer diario se reduce a eso, trabajar sin parar.
Una reina a la que únicamente unos pocos machos alados, apenas una vez al año, tienen el privilegio de fecundar (si es que se puede decir así, ya que sus opciones de elegir pareja son nulas).
Como se ve todo muy organizado y planificado de antemano, y desde luego no dejando margen alguno para la improvisación o la creatividad.
Está pues asumido que la tirria que sentimos por las hormigas y todas sus parientes biológicas tiene un por qué razonado. Y sin embargo, nosotros, los humanos, somos un espejo de ellas. Nosotros, por más que tratemos de disimularlo también nos necesitamos. No importa el número de reuniones de vecinos a las que uno asista, ni las veces que salga de ellas escaldado. No importan los atascos del tráfico, el repelús en los ascensores cuando se abarrotan… Solo es necesario ver la reacción que tenemos ante una catástrofe natural, un terremoto o una inundación, para convencernos de lo contrario.
Y dicho esto, ¿No es mejor que en el fondo sea así? ¿No es una suerte el que podamos ayudarnos entre todos, aún cuando haya siempre algún aprovechado que se lleve la parte del león, en lugar de merodear sin rumbo por la sabana, como hienas salvajes que buscaran cada una la carroña por su cuenta?
Yo lo he meditado mucho, y aunque, como se infiere de lo expuesto a lo largo de esta disertación, sigo sintiéndome incómodo en el pellejo oscuro y quebradizo de la hormiga, lo prefiero mil veces al plumaje sucio y maloliente del buitre.
A fin de cuentas, eso que hacen las hormigas, de comunicarse poniendo en contacto sus antenitas, es exactamente lo mismo que nosotros estamos haciendo ahora mismo. Con permiso, claro está, del satélite de rigor, que también se lleva su parte.
Resumiendo ¿Que a qué viene todo este rollo patatero?
Pues a una cuestión muy simple. En todo momento, cada vez que enciendo mi ordenador y accedo a mi blog, me interrogo a mí mismo sobre la importancia de la comunicación, el comunicarme con otras personas, y si en realidad hacerlo a través de internet produce un impacto real en mi forma de ser o de comportarme. Y sobre todo, si obra un beneficio o un perjuicio.
Veámoslo de otra forma: Antes de existir la blogosfera, uno carecía de la posibilidad de algo tan simple como, por ejemplo, escoger conversación y tema en el que participar, o a su vez, de mostrar sus habilidades, conocimientos, ideas y/o gustos a los demás, sin por ello necesariamente exponerlos al siempre temible rechazo. Aparte de poder hacerlo como, cuando y desde donde a uno mejor le parezca.
Cada uno cultiva su parcela, y quien la encuentra agradable se suma, y el que no, se puede volver por donde vino tranquilamente, sin por ello tener que justificarse ante nada ni ante nadie.
Por un lado es maravilloso, pero… ¿Este tipo de comunicación no nos estará haciendo perder nervio, no debilitará el músculo que necesitamos para desenvolvernos con el mucho más crudo y farragoso tira y afloja de la vida real?
No hay que olvidar que en las situaciones del día a día, no hay casi tiempo para pensar lo que se va a decir. Las personas a las que nos dirigimos carecen asimismo de tiempo para escucharnos, o a la inversa, justo vienen a buscarnos cuando somos nosotros los que andamos apurados.
La mayor parte de los mensajes que los humanos intercambiamos son instrucciones simples del tipo “Pásame la sal”, “¿Están ya listos los informes del mes?”, “Se ha acabado la bombona de butano”, “Cuando bajes al supermercado no te olvides de coger mis yogures”, “¿Cuáles eran tus yogures?”…
Transformar esto en algo de más enjundia, es decir, en algo más parecido a lo que nosotros procuramos a través de estos, nuestros ciberespacios personales, es una tarea dificilísima. Yo diría que como la de enriquecer uranio, pero sin el uranio y sin las centrifugadoras necesarias para llevarlo a cabo.
De hecho, opino que elevar el tono intelectual de la sociedad actual es una utopía. Y muchos de los que fuimos educados en esa premisa, hoy por hoy, lo vivimos con una gran sensación de aturdimiento.
Cada vez más gente está más instruida y mejor formada, y sin embargo parece avergonzarse de ello o como que le agobiase. Buscan constantemente válvulas de escape en la telebasura y adoptan los modos y maneras de lo que en ella ven, como si ese aprendizaje, esa coraza de vulgaridad con la que se recubren, les proporcionase alguna clase de protección o de herramienta ante los retos cotidianos que se les plantean.
Después entras en su blog (no me refiero a ninguno en concreto), y ahí sí, de pronto te encuentras con que ¡¡¡Los demás también piensan. No eras tú solo!!!
Esa gente pasota e inhibida también aspira a lo sublime, también quiere mostrar lo que hay dentro del estuche, no el plástico duro del exterior, sino su interior aterciopelado.
Y está bien, pero, volviendo a lo de antes ¿No estaremos en exceso polarizando nuestro modo de conducirnos por la vida?
Nuestro mundo real, escueto y reducido a un mero trámite, se vuelve demasiado pobre cuando únicamente reservamos toda la ornamentación para el virtual.
La comunicación, queridos compañeros de ruta, como animales sociales que somos, es un aspecto muy importante de nuestras vidas, y como en todo, saberle encontrar el punto de equilibrio es la clave para impulsar su fertilidad.
No nos retiremos a dormitar en espléndidos jardines botánicos, bajo sombras embriagadoras mientras el desierto se come nuestra vegetación autóctona. Traslademos un poco, una pizca tan solo, de esa hermosura a nuestros paisajes inmediatos, a lo que todas las mañanas primero contemplamos desde nuestra ventana. Combatámosle también a la marrullería en su terreno. Hablémosle en nuestro idioma.

P.D.: Mi animal nacional es la ardilla. Sí, ya sé que os lo suponíais. Ja,ja,ja…

17 comentarios:

Unknown dijo...

Sí, somos animales sociales, como cualquier otro. Tenemos nuestras formas de comunicación que nos diferencia de los demás. Sin embargo, lo que el ser humano(homo sapiens)hace en la relación con otras especies va más allá de una organización solida. Por ejemplo, la interntet, nos acerca virtualmente a otras formas de vida y manifestaciones, pero a la vez nos aleja de nuestro propio entorno. Resultado final: No logramos comprendernos como lo haría cualquier manada común de animales.
Posdata: Muy de acuerdo con tu exposición.

Genín dijo...

¿Te imaginas si se instaurara la democracia entre las hormigas del mundo?...jajajajaja
Las abejas...
Piensa, piensa...
Reflexiona, si quieres claro...jajaja
Salud

Merce dijo...

A mí essto de los blogs me ha servido para darme cuenta de que hay muchísima gente que tiene cosas interesantísimas que decir...

Las hormigas deben ser los bichos más aburridos del mundo. Ese es su principal problema...

Besos.

Recursos para tu blog - Ferip - dijo...

A mí los ñus no me gustan mucho, prefiero una vaca y un buen dulce de leche! :P

Y si nos vamos por lo social, es lo que tienen instalado en el instinto...como todos!
Sólo se trata de supervivencia... o de Súper Vivencia?
Ja! Un abrazo para vos y tu melli!!!! Te re entiendo!

Leo Ríos dijo...

Estimado, gracias por las visitas y la atencion dispensada... Tuve que borrar los ultimos posts que comentaste por un asunto de derechos de reproduccion, cuando salgan publicados en la revista lo vuelvo a poner... a proposito de market & art...

Saludotes

NoSurrender dijo...

Bueno, quizás escogen águilas para no reconocerse a sí mismas lo que son las naciones: rebaños. Y quizás la literatura no es más que una manera de hacer volver a la oveja al estado de mono, mucho más interesante, sin duda. ¿Ninguna bandera tiene un mono como escudo?

Salud!

Eva dijo...

Jugamos con ventaja, y muchas veces no lo aprovechamos todo.
Un saludo!!!

Fiebre dijo...

(SIC) En este reparto, en cambio, las gaviotas saldrían muy mal paradas, y únicamente un pequeño islote del Pacífico, Kiribati, la desplegaría en su enseña.

Querido, se te ha olvidado la bandera del P.P ¿o te has olvidado de las miles de banderitas que ondean en los mítines?

Chorradillas mías aparte, tu exposición es muy buena. Y una de las cosas que no quisiera perder nunca son las "sesudas" conversaciones pre/post fútbol o en las tertulias con mis amigos, en las que se empieza hablando de Belén Esteban, pasamos a temas más serios como que las relaciones amorosas son como los entrenadores de fútbol, que tienen un ciclo y terminamos todos serios preguntándonos el sentido de la vida.
Eso no lo quisiera perder por nada del mundo aunque los blogs me den muchísimas satisfacciones.
Pienso que pueden ser perfectamente complementarios.
Aunque me sigue sin convencer el ser hormiga... ¿No se puede ser una pantera negra domesticada a ratos?
;)

Vergónides de Coock dijo...

Tu teoría es buena, aunque no la has sustentado debidamente a pesar del amplio texto que te manejaste; esa teoría tiene un punto débil qué es el origen del lenguaje y los homínidos abusivos, haber si por ahi logras otra sustentación. Suerte.
PD: Buen blog.

Insisto... dijo...

Nuestro animal en nuestro escudo chileno es el condor y mira,ya casi extinto de nuestra cordillera.
Diste una larga e interesante perspectiva de nuestro entorno social,humano y como lo llevamos a cabo.Te faltó decir que somos algo horMONOnales y esto hace olvidar la conciena al llevar una vida en común como corresponde.


saludines!!!

Landahlauts dijo...

Yo sí creo que somos animales sociales y no creo que la red sirva para aislarse, al contrario, sirve para conocer un montón de gente distinta que piensa de otras maneras. A mi, esto de los blogs me sirve para aprender tolerancia y respeto. Y eso no es poco, creo.

En Andalucía, en su escudo, no tenemos un animal. Tenemos dos, dos leones... es que aquí somos más sociables...

Eric Barclay dijo...

Wonderful comic and a great essay, too.

Natura dijo...

Yo suelo decir, medio en broma, medio en serio que soy antisocial. La verdad es que no. Talvez soy de grupos pequeños pero uno necesita de la mirada, la compañía, la complicidad del otro para enriquecerse.

A través de los blogs igual, te enriquece conocer gente con tantas cosas de decir, con tanto talento, con tanta simpatía para compartir sus "rollos".

Un abrazo.

P.D: Gracias por tu buena onda a mi último post medio decaidón :)

Alvaro en OZ dijo...

Me gustó el teman animalístico expresado por ti. En Chile los animales del escudo son el cóndor (ave de rapiñá que vive en las altas cumbres de los Andes) y el huemul ( un ciervo que nadie ha visto porque vive en lo más recóndito de la Patagonia, y que está en extinción). Preferiría un delfín, son sociables, inteligentes y cooperativos, aunque creo que un porcentaje no despreciable de la población lo consideraría afeminado.
Con respecto a las hormigas, yo pasé del odio al amor, especialmente cuando descubrí gracias a Discovery Channel a las hormigas esclavizadoras, soberbias !! Y recomiendo ver una antigua peli llamada "el imperio de las hormigas", donde por la radiación (era que no) se transforman en gigantes asesinas.
Saludos !!

LOLA dijo...

SOMOS ANIMALES SOCIALES A LOS CUALES NOS GUSTA DISFRUTAR DE NUESTROS RATOS DE SOLEDAD.

EXCELENTE GRÁFICA LA DEL POST.

LOLA CIENFUEGOS

El Susurrador dijo...

Somos lindos gatitos que nos miramos al espejo y nos gusta vernos reflejados como grandes felinos, salvajes y poderosos.
Yo de pequeño volaba los hormigueros con petardos, y ahora soy incapaz de matar una hormiga. Evolucionamos todos hacia una mayor conciencia como individuos pero como bien dices, en el día a día no nos comunicamos con nuestros semejantes, ¿necesitamos el anonimato? ¿es culpa de la rutina? ¿No nos fiamos de la gente más cercana? qué es lo que falla? o somos nosotros los que fallamos?.
Vaya post amigo, ahora estaré dale que dale al asunto.

Un saludo a través de la red (que en el fondo es como un gran hormiguero)

Pito dijo...

Muy buena la ilustración!!!

Abrazo