En el diminuto microestado del Principado de Saponia el tiempo parece haberse detenido, y a sus paisajes y habitantes de fábula no da la impresión de afectarles demasiado los males del mundo moderno... ¿O sí?
En todas partes cuecen habas, y el exclusivo y hermético microcosmos de los cuentos infantiles no iba a ser la excepción.
Claro que va a ser complicado encontrarle una moraleja a esta historia, pero, en cualquier caso, me da a mí que se puede también vivir perfectamente sin ella. Eso sí, el colorín-colorado, que no falte.
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