Y ahora que la pandemia del Covid parece ya por fin dar su brazo a torcer, urge retomar estas y otras luchas incruentas, encaminadas a mejorar el mundo y las vidas de todos y cada uno de sus habitantes, más allá de ensoñaciones utópicas, a través de la concienciación.
Vacunar la mente contra la proliferación de ideologías tóxicas, también presentes aquí, en Europa, y en plena expansión contagiosa, es un deber de carácter humanitario, e incluso sanitario, porque la razón también enferma en el contacto con las masas radicalizadas al extremo, ebrias de populismo, y suele ser siempre con consecuencias desastrosas.
El racismo delata la maldad de las personas, pero por sobre todo, y más aún, su estupidez. Todos estamos donde estamos, y somos quienes somos, porque un día un mono de hace millones de años decidió bajarse de la rama de su árbol, y abrirse camino por el ancho mundo, emigrando en pos de un futuro mejor.
No somos iguales, pero todos valemos lo mismo. Y en la medida en que seamos capaces de hacer avanzar, evolucionar, progresar, a nuestra especie como conjunto, así será juzgada nuestra aportación por las generaciones venideras.
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