Me recuerda un poco a una de aquellas pegatinas “Jesus
saves” que circulan en los guardabarros de los coches por algunos de los
estados más rednecks, más ultramontanos, de los EE.UU., pero en la práctica,
nada que ver.
Este es ahora mismo el mayor símbolo mundial contra la
intolerancia religiosa, la más cafre de las intolerancias, y por tanto debe ser
enarbolado a los cuatro vientos.
A ver si así, esa chusma paranoica, traficante de dogmas huraños y sanguinarios, que anhela enfermizamente el hacer pasar a Europa
por el aro de una segunda inquisición, se entera de una vez por todas de que no
conseguirán aterrorizarnos nunca, y de que aquí, a los cerdos, nos los comemos con patatas.