El escultor tenía el tiempo justo de hacer las modificaciones pertinentes. Luego la sala estaría demasiado concurrida.
La gente importante de su mundillo acudiría al estreno, y seguía sin estar convencido del todo.
Entonces se le acercó un muchacho que deambulaba por allí.
De un instituto, seguramente. Actividades extraescolares.
- ¿Cómo se titula? – le preguntó.
- ¿Eh?
- Que cómo se titula la escultura.
- Ouasis
- ¿Oasis?
- No, oasis, no. Ouasis, con “u”.
- ¿Y por qué Ouasis? ¿Por qué la “u”?
- Mmmm. Y yo que sé. Me pareció que llamándose Oasis, a secas, no tendría suficiente emotividad, suficiente sentimiento. Sería un oasis seco, sin vida. Sin personalidad. “Ouasis” le da más autenticidad. Es más gutural.
- Claro.
- …
- Es una obra inacabada, ¿verdad?
- Evidentemente. Pero sólo le faltan unos retoques.
- ¿Y luego la venderás?
- Naturalmente.
- ¿La venderás por dinero?
- Por supuesto, ja ja. Qué gracia tiene el mocoso. Esa es la idea.
- Una inspiración que ha surgido de tus propias vivencias… Es como si te vendieras a ti mismo.
- Todo el mundo se vende – se lo quitó de encima.
- Claro
La mirada de la criaturita penetraba el acero.
- No son mis vivencias – rectificó - Es una construcción mental, sólo eso.
- ¿Sin más?
- Me estás hinchando las narices, niñato. Vete a otro lado a incordiar.
- No puedo.
- ¿Eh?
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Todo apunta a que hemos entrado en un bucle dialéctico – reflexionó el muchacho.
- ¿Perdona?
- Demasiadas curvas.
- ¿Eh?
- Las curvas… Demasiadas curvas en la escultura. Han debido obligarte a adoptar posturas muy, pero que muy, incómodas.
- ¿Y eso a ti que más te da?
- Has tenido que arrastrarte por el suelo.
- Mira. Lárgate ya, niño repelentito.
- Ojalá pudiera… Pero me he perdido del grupo. Los otros chavales y la profe que venían conmigo en la excursión no sentían el arte en toda su dimensión, y… A la menor oportunidad que han tenido se han escaqueado a la cafetería del edificio.
- Lo que me faltaba, una oveja descarriada.
- Además, yo soy tu público, tu auditorio. Si yo me marcho en este momento, tu obra volverá a ser un cachivache inerte, que es lo que era hasta ahora. No es sino gracias a mí que cobra por fin sus proporciones reales.
- Esta si que es buena…
- Lo demás es sólo mirarse el ombligo.
- ¡Oye!, cuento hasta tres. O te vas de aquí, o llamo al vigilante.
- Como tú quieras. Pero si tu oasis, ouasis, o como se llame, no puede calmar la sed del que vaga perdido por el desierto… Entonces… ¿Cual es su gracia?
El muchacho se giró y sin más desapareció de allí, cual si se hubiera evaporado, sin siquiera darle tiempo al artista a elaborar una respuesta.
Como mucho, de sus labios, que así, con esa forma se quedaron, solo hubiera podido aflorar el sonido de una u.
La gente importante de su mundillo acudiría al estreno, y seguía sin estar convencido del todo.
Entonces se le acercó un muchacho que deambulaba por allí.
De un instituto, seguramente. Actividades extraescolares.
- ¿Cómo se titula? – le preguntó.
- ¿Eh?
- Que cómo se titula la escultura.
- Ouasis
- ¿Oasis?
- No, oasis, no. Ouasis, con “u”.
- ¿Y por qué Ouasis? ¿Por qué la “u”?
- Mmmm. Y yo que sé. Me pareció que llamándose Oasis, a secas, no tendría suficiente emotividad, suficiente sentimiento. Sería un oasis seco, sin vida. Sin personalidad. “Ouasis” le da más autenticidad. Es más gutural.
- Claro.
- …
- Es una obra inacabada, ¿verdad?
- Evidentemente. Pero sólo le faltan unos retoques.
- ¿Y luego la venderás?
- Naturalmente.
- ¿La venderás por dinero?
- Por supuesto, ja ja. Qué gracia tiene el mocoso. Esa es la idea.
- Una inspiración que ha surgido de tus propias vivencias… Es como si te vendieras a ti mismo.
- Todo el mundo se vende – se lo quitó de encima.
- Claro
La mirada de la criaturita penetraba el acero.
- No son mis vivencias – rectificó - Es una construcción mental, sólo eso.
- ¿Sin más?
- Me estás hinchando las narices, niñato. Vete a otro lado a incordiar.
- No puedo.
- ¿Eh?
- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- Todo apunta a que hemos entrado en un bucle dialéctico – reflexionó el muchacho.
- ¿Perdona?
- Demasiadas curvas.
- ¿Eh?
- Las curvas… Demasiadas curvas en la escultura. Han debido obligarte a adoptar posturas muy, pero que muy, incómodas.
- ¿Y eso a ti que más te da?
- Has tenido que arrastrarte por el suelo.
- Mira. Lárgate ya, niño repelentito.
- Ojalá pudiera… Pero me he perdido del grupo. Los otros chavales y la profe que venían conmigo en la excursión no sentían el arte en toda su dimensión, y… A la menor oportunidad que han tenido se han escaqueado a la cafetería del edificio.
- Lo que me faltaba, una oveja descarriada.
- Además, yo soy tu público, tu auditorio. Si yo me marcho en este momento, tu obra volverá a ser un cachivache inerte, que es lo que era hasta ahora. No es sino gracias a mí que cobra por fin sus proporciones reales.
- Esta si que es buena…
- Lo demás es sólo mirarse el ombligo.
- ¡Oye!, cuento hasta tres. O te vas de aquí, o llamo al vigilante.
- Como tú quieras. Pero si tu oasis, ouasis, o como se llame, no puede calmar la sed del que vaga perdido por el desierto… Entonces… ¿Cual es su gracia?
El muchacho se giró y sin más desapareció de allí, cual si se hubiera evaporado, sin siquiera darle tiempo al artista a elaborar una respuesta.
Como mucho, de sus labios, que así, con esa forma se quedaron, solo hubiera podido aflorar el sonido de una u.